12 de julio 2019. Continuando con nuestras catequesis
mistagógicas, en este domingo profundizaremos en el vestido que debemos
utilizar para participar en las celebraciones litúrgicas, con esta catequesis
terminamos esta serie de reflexiones sobre nuestra manera de estar y comportarnos
en el templo y en nuestras celebraciones. Padre Héctor Giovanny Sandoval Moreno
Delegado para la pastoral litúrgica, Arquidiócesis de Ibagué.
Cómo vestimos
La forma en que vestimos refleja cuanto respetamos al
anfitrión y la dignidad del evento. Es por eso, por ejemplo, que nos
presentamos bien vestidos a una entrevista de trabajo, a un banquete de gala, a
un matrimonio o un funeral.
Si los católicos comprendiéramos el significado sublime de
la santa Misa, deberíamos manifestar el mayor respeto en la forma en que
vestimos. Si vamos a misa vestidos como si fuéramos a cualquier evento, estamos
ignorando la importancia del lugar sagrado e irrespetando la presencia real del
Señor.
Recordemos que somos unidad de cuerpo y alma. Todo nuestro
ser debe prepararse para la gran celebración que es la misa dominical. Todo lo
visible ayuda a elevarnos al Dios invisible: La arquitectura, la música, los
ornamentos del sacerdote, las imágenes sagradas, los vasos sagrados, en fin,
todo, debe manifestar la sublime importancia de la Santa Misa.
Aun si somos pobres, vistamos para el Señor lo mejor que
tenemos, con dignidad. Lo importante es la actitud que representan nuestros
actos. Hay un ambiente de respeto que manifiesta que la Misa es lo más
importante.
Si visitamos las basílicas de Roma encontraremos que allí no
permiten pantalones cortos, vestidos sin mangas o escotes provocativos. No
vamos a discutir aquí la delimitación exacta de cada pieza. El pudor y el
respeto nos deben guiar. No abogamos tampoco por hacer de la ropa el centro de
la atención. Pero hoy día nos hemos ido al otro extremo y olvidado que vestir
respetuosamente si tiene su importancia.
Como actuamos en la Iglesia
La Iglesia es un lugar sagrado, reservado para el culto a
Dios. El Santísimo Sacramento está en el Sagrario y su presencia real requiere
de nosotros la mayor reverencia. Es por eso que, aunque no se esté celebrando
la Santa Misa, el ambiente en la iglesia debe conducir a la oración y el
respeto a Dios.
No es que la casa de Dios sea un lugar sombrío y severo pero
tampoco es lugar para diversión ni para andar a las anchas. Es más bien un
lugar sagrado, diferente a todos los demás. ¡Es casa de oración! No es
necesaria la rigidez pero no se debe andar como en el parque o en un centro
comercial. Toda nuestra actitud debe reflejar nuestra fe en la presencia de
Cristo.
Tenemos la obligación
moral de reflexionar sobre nuestro propio comportamiento y enseñar a nuestros
hijos.
Algunas reglas:
1. En la
Iglesia:
• Prohibidos
chicles, comidas y bebidas.
• Vestir
decorosamente. Evitar escotes y vestidos provocativos; evitar pantalonetas o
ropa deportiva.
• Mantener el
celular en silencio. Nunca utilizarlo en la iglesia.
• Hacer
genuflexión ante el sagrario (tocar el suelo con la rodilla derecha)
• Guardar
silencio por respeto, para facilitar el recogimiento y la oración. Evitar conversaciones y cualquier
distracción.
En la celebración de la misa:
• Saber cuándo
sentarse, arrodillarse y pararse.
• Participar en
las oraciones y los cantos.
• Cuidar de no
hacer ruido con los reclinatorios al levantarlos y bajarlos.
• Sentarse con
postura decorosa. No acostarse en los bancos.
• Enseñar a los
niños a comportarse. No correr por la Iglesia
Para comulgar:
• Estar en
gracia de Dios para participar de la comunión.
• Respetar la
hora del ayuno eucarístico.
• En la fila
estar recogidos en oración y no andar saludando.
El descuido del respeto, orden y decoro hacia las cosas de
Dios ocurre si nos dejamos llevar por lo que el mundo considera importante y
"normal". Pero Dios exige a
los suyos una forma nueva de vivir y comportarse.
El hecho de que Dios es nuestro Padre y que nos ama
infinitamente no se opone a la necesidad de rendirle adoración y gloria y
manifestar sumo respeto en la Iglesia. Recordemos con que celo defendió Jesús
el respeto que debemos tener a la casa de Dios (Cf. Mateo 21,13). Correo del
autor: hectorgeovannys@gmail.com