18 de julio de 2019

PARTICIPAMOS ACTIVAMENTE EN LA EUCARISTÍA. Catequesis Mistagógica


18 de julio 2019. En nuestra catequesis dominical sobre la Eucaristía, profundizaremos en que consiste la verdadera participación en la celebración litúrgica y nuestras actitudes en la misma. Padre, Héctor Giovanny Sandoval Moreno. Delegado para la liturgia. Arquidiócesis de Ibagué.
Empecemos diciendo que para participar adecuadamente en la liturgia, lo primero es que el rito mismo se realice bien. Una liturgia llena de innovaciones constantes; una liturgia realizada de manera precipitada, o con falta de unción, de devoción, o una liturgia que ignore y desprecie las normas del Misal, dificultará siempre la participación plena, consciente, activa, de todos los fieles cristianos.

Por eso, para participar bien, lo primero es celebrar bien, ajustarse al rito eucarístico según el Misal de la Iglesia, seguir las normas litúrgicas, realizando la liturgia con hondura espiritual y amor de Dios. Ya el papa emérito Benedicto XVI, en la exhortación apostólica “Sacramentum Caritatis” afirmaba: “El primer modo con el que se favorece la participación del Pueblo de Dios en el Rito sagrado es la adecuada celebración del Rito mismo.” (n. 38).

Verdadera pastoral será cuidar lo mejor posible la dignidad y santidad de la celebración litúrgica, el “celebrar bien”, para glorificar a Dios pero también para el provecho espiritual de los fieles: “¡Gran misterio la Eucaristía! Misterio que ante todo debe ser celebrado bien.

Es necesario que la Santa Misa sea el centro de la vida cristiana y que en cada comunidad se haga lo posible por celebrarla decorosamente, según las normas establecidas” (san Juan Pablo II, Carta Mane nobiscum Domine, n. 17).

El Concilio Vaticano II, en la constitución Sacrosanctum Concilium, favoreció e impulsó la participación de los fieles en la sagrada liturgia, para que no asistiesen como “mudos y pasivos espectadores” (SC 48). Sin embargo, precisa el Santo Padre, “no hemos de ocultar el hecho de que, a veces, ha surgido alguna incomprensión precisamente sobre el sentido de esta participación. Por tanto, conviene dejar claro que con esta palabra no se quiere hacer referencia a una simple actividad externa durante la celebración”.

Un recto y claro concepto de “participación” influirá decididamente en la vida litúrgica de nuestras parroquias y comunidades cristianas.

Además, ampliando la mirada a una visión de conjunto, la participación activa en la liturgia supone e implica unas disposiciones personales previas, un tono cristiano de vivir, una intensidad espiritual en todo lo que somos y vivimos, que luego se verifica y se realiza en la sagrada liturgia. Estas disposiciones previas, importantes, fundamentales, exigibles, se pueden describir así:

a.         El espíritu de conversión continua que ha de caracterizar la vida de cada fiel. No se puede esperar una participación activa en la liturgia eucarística cuando se asiste superficialmente, sin antes examinar la propia vida;
b.         Favorece dicha disposición interior, por ejemplo, el recogimiento y el silencio, al menos unos instantes antes de comenzar la liturgia, el ayuno y, cuando sea necesario, la confesión sacramental;
c.         No puede haber una verdadera participación en los santos Misterios si no se toma al mismo tiempo parte activa en la vida eclesial en su totalidad, la cual comprende también el compromiso misionero de llevar el amor de Cristo a la sociedad.

La participación en la liturgia conlleva, inexorablemente, la participación total en la vida de Cristo, la santidad vivida en lo cotidiano, el testimonio de vida y las buenas obras, el apostolado en el mundo, la oración habitual y el recogimiento también antes de la celebración; el ayuno eucarístico y el recurso frecuente al Sacramento de la Penitencia.

Todo esto nos aleja del falso concepto de interpretar ‘participación’ con ‘intervenir’, como también nos aleja de identificarla con la mera ‘asistencia’, formal, vacía, cumplidora, muda.

El fruto de una verdadera participación en la liturgia será, con palabras de san Pablo, llegar a ofrecernos como hostia viva, santa, agradable a Dios, y ése será nuestro culto racional (cf. Romanos 12,1-2): una vida en santidad unidos a Cristo en su Misterio pascual.

Con ese contexto espiritual, que abarca la vida entera del bautizado, es conveniente ver ahora cómo participamos realmente en la liturgia, cómo todos tomamos parte activa y consciente, plena e interior, piadosa y fructuosamente, en la divina liturgia.
Sigamos creciendo en nuestra participación para hacer de la Eucaristía el culto agradable al Padre Dios. Correo del autor: hectorgeovannys@gmail.com