21 de agosto 2019. LA ANAMNESIS. Continuando con la
explicación de las diversas partes de la Plegaria Eucarística, en este domingo
analizaremos el sentido del memorial o “anamnesis”. Padre Héctor Giovanny
Sandoval. Delegado para la pastoral litúrgica. Arquidiócesis de Ibagué. Dentro de la Plegaria Eucarística, después de
la aclamación viene el memorial: “Así, pues, Padre, al celebrar ahora el
memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su admirable resurrección y
ascensión al cielo” (Plegaria III).
La palabra griega anámnesis, significa memoria, recuerdo. En
la Eucaristía obedecemos diariamente aquella última voluntad de Cristo: «haced
esto en memoria mía». Éste fue el mandato que nos dio el Señor claramente en la
Última Cena, es decir, «la víspera de su pasión» (Plegaria I). «La noche en que
iba a ser entregado» (Plegaria III).
Y nosotros podemos cumplir ese mandato, a muchos siglos de
distancia y en muchos lugares, precisamente porque el sacerdocio de Cristo es
eterno y celestial (Hebreos 4,14; 8,1).
“Memoria” es la palabra que vincula idealmente la Eucaristía
a la Pascua Judía, que era también “un memorial” (Éxodo 12, 14). Tiene una
importancia tal, que san Pablo en el relato de la institución repite dos veces
aquel mandato de Jesús; y especifica además cuál es el contenido de la memoria
que se ha de hacer de Jesús, diciendo: “Pues cada vez que comen de este pan y
beben de la copa anuncian la muerte del Señor” (1 Corintios 11, 26).
El contenido de esta memoria es la muerte de Cristo. El
memorial de la Eucaristía no es un mero recuerdo de realidades pasadas, de
hechos que sucedieron hace siglos, sino que es “re-presentación”, es decir,
hacer presente aquí y ahora, de forma sacramental y real, el mismo misterio que
se celebra: el Misterio Pascual de Cristo, su muerte y resurrección.
Podemos preguntarnos, ¿cómo es posible que se realice esto?
El teólogo Juan Sayés lo explica así: “Nada se repite, nada se multiplica; sólo
se participa repetidamente bajo forma sacramental del único sacrificio de
Cristo en la cruz, que perdura eternamente en el cielo. No se repite el
sacrificio de Cristo, sino las múltiples participaciones de él”.
De este modo la Eucaristía permanece en la Iglesia como un
corazón siempre vivo, que con sus latidos hace llegar a todo el Cuerpo místico
la gracia vivificante, que es la sangre de Cristo, sacerdote eterno. En efecto,
«la obra de nuestra redención se efectúa cuantas veces se celebra en el altar
el sacrificio de la cruz, por medio del cual "Cristo, nuestra Pascua, ha
sido inmolado" (1 Corintios 5,7)» (Lumen Gentium 3).
En sentido teológico, el memorial consiste en hacer memoria
de Jesús al Padre, invitar al Padre a recordar todo lo que Jesús ha hecho por
nosotros, y por amor suyo, a perdonarnos y a socorrernos.
Todas las Plegarias Eucarísticas nos dan ejemplo de ello. Narran
con maravillosa vitalidad todo lo que el Señor hizo por nosotros: “Se encarnó
por obra del Espíritu Santo…compartió en todo nuestra condición humana… Él
mismo se entregó a la muerte… envió, Padre, desde tu seno el Espíritu Santo…
llegada la hora en que había de ser glorificado por Ti, Padre Santo, habiendo
amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Plegaria
IV).
La Iglesia “hace memoria” (anámnesis) de estos hechos, y de
esta manera, gracias a la acción litúrgica de Cristo Sacerdote, los actualiza,
los hace presentes y actuantes con toda su fuerza salvífica en medio de
nosotros.
De esta manera, cada uno de nosotros puede vivir un
encuentro personal con la obra de salvación que Cristo ha realizado. Cristo se
la ofrece personalmente. Cada uno debe acoger y vivir ese misterio que es parte
de su propia vida, dejándose salvar por Cristo, aceptando la comunión en su vida
divina que Él nos ofrece. Cada hombre,
debe dar su “sí” al amor de Cristo en cada encuentro personal con Él en la
Eucaristía. Sigamos creciendo en el conocimiento de cada parte de la
celebración eucarística para valorar cada día más y más este sacramento
admirable. Correo del autor: hectorgeovannys@gmail.com