29 de mayo de 2025

ARBITRARIO Y ... ¡ABSURDO! Padre Mario García


29 de mayo 2025 ARBITRARIO Y … ¡ABSURDO! Autor: Padre Mario García Isaza. (cm) Formador Seminario Mayor, Arquidiócesis de Ibagué. magarisaz@hotmail.com    
“Sicut canis qui revertitur ad vomitum suum, sic imprudens qui iterat stultitiam suam”  (Prov., 26,11)  El insensato que incurre nuevamente en su despropósito, es como el perro que vuelve a comer su propio vómito. 
Me ha venido a la mente esta sentencia bíblica a propósito del nuevo, arbitrario y absurdo pronunciamiento de la Corte Constitucional. Una vez más los temerarios togados de esa instancia judicial conminan a nuestros Pastores, los señores Obispos y los Superiores de las Comunidades religiosas, exigiéndoles que entreguen, sin restricción alguna, al perverso gacetillero        
 
Estupiñán y a otros de igual calaña, información acerca de los sacerdotes y personas de algún modo vinculadas con las respectivas diócesis o comunidades; tiene la pretendida información unas características, unas dimensiones, un alcance tales, que se necesita estar desquiciado para exigirla; por eso creo que la sentencia del libro sagrado con que abrí esta reflexión, les cabe no solo a los sañudos periodistas de marras sino a los irrazonables magistrados que les prestan atención.
 
Pretenden los fisgones, ¡resulta increíble!,  que se les suministre información minuciosa no solo de los clérigo que en algún momento han sido sindicados de un abuso contra niños o adolescentes, sino de todos los sacerdote y religiosos que hayan tenido cualquier vinculación con la institución (diócesis o comunidad religiosa) desde su fundación; y no sólo eso : pretenden que se les entere de las convicciones de esos sacerdotes, de su itinerario pastoral, de sus traslados y las razones de estos….
 
Dos magistrados, ¡loor a ellos!, se apartaron del parecer de sus colegas y sentaron su salvamento de voto: el doctor Jorge Enrique Ibáñez Najar, presidente de la Corte, y la doctora Cristina Pardo Schlesinger. Y lo hicieron con argumentos tan objetivos, con razones tan pertinentes y obvias, que uno no puede entender cómo los otros magistrados no las tuvieron en cuenta en su desatinada decisión.  Aun a costa de resultar prolijo, y porque creo que vale la pena hacerlo, cito algunas de sus lúcidas consideraciones. Del Doctor Ibáñez: para él, y es apenas lógico, “solo era pertinente entregar la información…relacionada con aquellas personas vinculadas a investigaciones por delitos sexuales…”.
 
No había lugar, por consiguiente, a la absurda exigencia de información, señala el doctor Ibáñez, “ sobre todas las personas que estuvieran, o hubieran estado vinculadas, inclusive desde hace varios siglos, a las organizaciones eclesiásticas demandadas como  ministros de  la religión católica, que nunca estuvieron o han estado investigadas y ni siquiera relacionadas con la presunta comisión de conductas constitutivas de abuso… Debe mantenerse y garantizarse la protección otorgada por el ordenamiento jurídico a los datos relacionados  con los clérigos …que no están relacionados con la presunta comisión de delitos sexuales…tal como lo establece el bloque de constitucionalidad…

El hecho de que una persona tenga una exposición pública, como podría ser el caso de un sacerdote, no implica que todos sus datos deban ser entregados o pierdan su naturaleza como semiprivados o sensibles…El hecho de que la condición de ministro de una religión se certifique con un documento expedido por la institución religiosa  no desnaturaliza la protección otorgada por el ordenamiento jurídico…Lo cierto es, - continúa expresando el juicioso magistrado – que no porque algunos sacerdotes en la historia de la Iglesia estén vinculados a la comisión de delitos de violencia sexual se puede derivar la conclusión conforme a la cual todos los sacerdotes son presuntos responsables de estos hechos…como tampoco se podría sostener sin más que la Iglesia católica – como dice con increíble avilantez Estupiñán – sea una empresa transnacional de crimen organizado ” . 
 
A renglón seguido, el doctor Ibáñez, en su razonado salvamento de voto, les espeta a sus colegas de la corte lo siguiente: “el hecho de que un juez o magistrado haya estado asociado con la comisión de delito por corrupción, no implica que todos sean corruptos, o que la rama judicial sea una empresa criminal… Lo   mismo ocurre con el ejercicio del periodismo: por el hecho de que un comunicador eventualmente incurra en una conducta que constituya un delito, no por ello es posible concluir que todos los periodistas violan la ley, y que los medios en los cuales trabajan son empresas de crimen organizado”
 
Y sustenta el honorable magistrado su salvamento de voto aportando datos incontrovertibles. El abuso sexual contra niños y adolescentes es una problemática muchísimo más amplia que la que pretenden investigar los periodista aquellos en el seno de la Iglesia católica…. y “tiene mayor incidencia en  el seno del hogar, en los espacios escolares, sociales y deportivos… En el año 2023 la Defensoría del Pueblo emitió un informe en que reveló que la mayoría de los casos de violencia sexual contra niños o adolescentes corresponde a situaciones que se dan al interior de grupos familiares y comunidades en donde confluyen diversos factores sociales como pobreza, conflicto armado y baja presencia institucional”.
 
Y aporta el doctor Ibáñez múltiples datos estadísticos, tomados de documentos oficiales, que avalan sus consideraciones sobre la injusticia que encierra la temeraria acusación que se hace contra la Iglesia. Datos como éste, por ejemplo: “El Instituto Nacional de Medicina Legal destacó que el 93. 84% de los casos (de abuso o violencia sexual contra niños), fueron cometidos por familiares, conocidos, parejas o exparejas, amigos y encargados del cuidado de los niños    El 78.33% de los casos ocurrieron en el hogar …” -  Frente a esos datos demoledores, está el hecho de que, estadísticamente, los abusos cometidos por miembros del clero no llegan a ser el 1% de todos los que se dan en el país. Lo cual, insisto, no nos sirve de consuelo, ni mucho menos.
 
Por su parte, la magistrada doctora Pardo Schlesinger sustenta su salvamento de voto en argumentos no menos sólidos y claros que los del doctor Ibáñez. Para ella, la exigencia formulada por la corte es abusiva por dos razones fundamentales y evidentes: 1°,  “ Por la cobertura sobre la que recae la petición. Se pretende acceder a las hojas de vida de todos los sacerdotes vinculados a la Iglesia católica desde la fundación de la respectiva diócesis o comunidad religiosa…” 

Y recuerda la magistrada, para poner en evidencia lo absurdo de tal pretensión, que hay, por ejemplo, diócesis cuya fundación se remonta a la época de la conquista o la colonia… Y 2°, “Por la magnitud de la información solicitada no relacionada con denuncias concretas.  La solicitud de entregar las hoja de vida de todos los sacerdotes, vivos o muertos, pertenecientes a las diócesis o instituciones de la Iglesia católica en toda su historia…. se funda en una presunción generalizada de mala fe contraria a la de inocencia, constitutiva de un estereotipo que implica en sí mismo un acto de discriminación”.
 
Como dice acertadamente el P. Raúl Ortiz en un magnífico comentario, tratándose de los sacerdotes destruyen el principio de presunción de inocencia y lo convierten en presunción de culpabilidad; el solo hecho de ser sacerdotes ya nos hace sospechosos… Y la doctora Pardo Schlesinger anota con agudeza que la perversa actuación de los periodista, en casos como este, calumniosa e imprudentemente causa “el linchamiento mediático de personas o colectividades”
 
Uno se pregunta: ¿se atreverían esos emponzoñados periodistas o esos magistrados, a hacer la misma exigencia, por ejemplo, al ministerio de Defensa en relación con todos los policías y militares que están bajo su jurisdicción…o al Ministro de Educación acerca de todos los maestros que están o hayan estado bajo su autoridad… ? ¡Ah!, no, por supuesto que no lo harían; entre otras cosas porque no tienen contra esas instituciones la secreta inquina que los envenena contra la Iglesia; y además porque, si lo hicieran, los mandarían a freír espárragos.
 
Después de leer las quince o más páginas del comunicado 19 de la Corte, recordé, y traigo ahora de nuevo a cuento, lo que escribí hace algún tiempo sobre este mismo asunto. 
“La Iglesia de Dios es santa. Así lo profesamos en el Credo. Lo es por su divino Fundador; lo es porque la asiste el Espíritu Santo; lo es porque a ella le confió Jesucristo los tesoros de la salvación y santificación de los hombres; lo es porque en ella, a lo largo de los siglos, se han dado y siguen dándose frutos espléndidos de santidad y perfección. 

Sí, es santa. Pero es al mismo tiempo pecadora. Lo es en nosotros, débiles y míseros; lo es porque, al propio tiempo que divina, es humana. Y así, divina y humana, santa y pecadora, se reconoce a sí misma. Y a lo largo de su historia milenaria, no pocas veces el miserable barro de quienes somos sus miembros ha empañado el esplendor de su rostro.
 
En las últimas décadas, esa realidad de pecado ha tenido una manifestación terriblemente grave y dolorosa: el abuso de carácter sexual cometido por personas consagradas contra diversas personas, muchas de ellas menores de edad; y, en algunos casos, la actitud connivente de la autoridad eclesiástica frente a ese delito execrable. Hoy, la santa Iglesia así lo reconoce; ningún intento hace por negarlo; en la voz acongojada de los últimos Pontífices, ese reconocimiento ha sido humilde, adolorido, valentísimo.
 
Tienen un timbre de sinceridad innegable y conmovedora las reiteradas peticiones de perdón de San Juan Pablo II, de Benedicto XVI y del Papa Francisco. Y son coherentes las medidas adoptadas por ellos y por los Obispos del mundo entero para poner freno a esa conducta abominable. Medidas que muchos desconocen, porque no son para la galería… pero que están bien claras y resultan contundentes para todos los que hemos recibido de Dios o de la Iglesia misma algún encargo ministerial

La santa Iglesia no niega realidades inocultables; ni se consuela o excusa alegando un hecho también indiscutible: que el número de los eclesiásticos abusadores representa un porcentaje mínimo frente a los miles y miles de irreprochables servidores de la comunidad católica. No, eso no la consuela: porque así fuese un solo sacerdote el que hubiera caído en ese crimen, ya sería suficiente motivo de dolor irreprimible.”
 
La Conferencia Episcopal, ante esta tropelía, ha emitido un comunicado; lo escuché de labios de Monseñor Francisco Múnera, su presidente. Un comunicado respetuoso, mesurado, sereno.  Califican, muy caritativamente, ese desafuero de “pretensión desmesurada”, adoptando los términos de uno de los salvamentos de voto. Yo, menos caritativo seguramente, desde la indignación que me provocan cosas semejantes, dio que lo actuado por los tales periodistas, y más aún la decisión de unos togados que deberían tener una pizca siquiera de sensatez y sentido de la justicia, es sencillamente ruin e infame, aparte de encerrar un incalificable atentado conta la equidad, el respeto y la justicia.