11 de mayo de 2025

EL BUEN PASTOR CONOCE Y AMA Papa León XIV


11 de mayo 2025.
“El buen pastor, conoce y ama sus ovejas”. Ángelus Regina Coeli, Papa León XIV. Basílica de san Pedro
. Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!
Considero un don de Dios el hecho de que el primer domingo de mi servicio como Obispo de Roma sea el del Buen Pastor, el cuarto del tiempo de Pascua. En este domingo, en la misa, siempre se proclama la lectura del capítulo décimo del Evangelio de Juan, en la que Jesús se revela como el verdadero Pastor, que conoce, ama y da la vida por sus ovejas.En este domingo, desde hace sesenta y dos años, se celebra la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones. Y, además, Roma acoge hoy el Jubileo de las Bandas musicales y de los Espectáculos populares. Saludo con afecto a todos los peregrinos y les doy las gracias porque con su música y sus representaciones alegran la fiesta, la fiesta de Cristo Buen Pastor: sí, es Él quien guía a la Iglesia mediante su Espíritu Santo.
 
Jesús en el Evangelio afirma que conoce a sus ovejas, y que ellas escuchan su voz y le siguen (cfr. Juan 10, 27). En efecto, como enseña el Papa san Gregorio Magno, las personas “corresponden al amor de quien les ama” (cfr. Homilía 14,3).
 
Hoy pues, hermanos y hermanas, tengo la alegría de rezar con ustedes y con todo el Pueblo de Dios por las vocaciones, especialmente al sacerdocio y a la vida religiosa. ¡La Iglesia los necesita! Y es importante que los jóvenes encuentren en nuestras comunidades: acogida, escucha, estímulo en su camino vocacional, y que puedan contar con modelos creíbles de entrega generosa a Dios y a sus hermanos.
 

Hagamos nuestra la invitación que el Papa Francisco nos dejó en su Mensaje para esta Jornada en la que nos pedía acoger y acompañar a los jóvenes. El mensaje que dejó escrito dice así: mensaje del santo padre Francisco para la 62.ª jornada mundial de oración por las vocaciones 11 de mayo de 2025

Peregrinos de esperanza: el don de la vida
Queridos hermanos y hermanas:
En esta LXII Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, quiero dirigirles una invitación llena de alegría y aliento para ser peregrinos de esperanza, entregando la vida con generosidad.
 
La vocación es un don precioso que Dios siembra en el corazón, una llamada a salir de nosotros mismos para emprender un camino de amor y servicio. Y cada vocación en la Iglesia —sea laical, al ministerio ordenado o a la vida consagrada— es un signo de la esperanza que Dios pone en el mundo y en cada uno de sus hijos.
 
En nuestro tiempo, muchos jóvenes se sienten perdidos ante el futuro. Experimentan con frecuencia incertidumbre sobre su porvenir laboral y, más profundamente, una crisis de identidad, que es también una crisis de sentido y de valores, y que la confusión del mundo digital hace aún más difícil de atravesar. Las injusticias contra los más débiles y los pobres, la indiferencia de un bienestar egoísta y la violencia de la guerra amenazan los sueños de una vida buena que los jóvenes cultivan en su corazón. Sin embargo, el Señor, que conoce el corazón humano, no nos deja en la incertidumbre; al contrario, quiere despertar en cada uno la convicción de ser amado, llamado y enviado como peregrino de esperanza.
 
Por eso, a nosotros, los miembros adultos en la Iglesia
—especialmente los pastores— se nos pide acoger, discernir y acompañar el camino vocacional de las nuevas generaciones. Y ustedes, jóvenes, están llamados a ser los protagonistas de su vocación o, mejor aún, coprotagonistas junto con el Espíritu Santo, quien suscita en ustedes el deseo de hacer de su vida un don de amor.
 
Acoger el propio camino vocacional
Queridos jóvenes, «la vida de ustedes no es un “mientras tanto”. Ustedes son el ahora de Dios» (Exhortación. apostólica. postsinodal. Christus vivit, 178). Es necesario tomar conciencia de que el don de la vida exige una respuesta generosa y fiel. Miren a los santos y beatos jóvenes que respondieron con alegría a la llamada del Señor: santa Rosa de Lima, santo Domingo Savio, santa Teresa del Niño Jesús, san Gabriel de la Dolorosa, los beatos —dentro de poco declarados santos— Carlos Acutis y Pier Giorgio Frassati, y tantos otros. Cada uno de ellos vivió la vocación como un camino hacia la felicidad plena, en la relación con Jesús vivo. Cuando escuchamos su Palabra, nuestro corazón arde dentro de nosotros (cf. Lucas 24,32) y sentimos el deseo de consagrar nuestra vida a Dios; entonces nace la voluntad de descubrir cómo y en qué forma de vida podemos corresponder al amor que Él nos da primero.
 
Toda vocación, cuando se percibe profundamente en el corazón, hace surgir la respuesta como un impulso interior hacia el amor y el servicio; como fuente de esperanza y caridad, y no como una búsqueda de autoafirmación. Vocación y esperanza, por lo tanto, están entrelazadas en el proyecto divino para la alegría de cada hombre y de cada mujer, porque todos estamos llamados a ofrecer nuestra vida por los demás (cf. Exhortación. apostólica. Evangelii Gaudium, 268). Muchos jóvenes buscan conocer el camino que Dios les invita a recorrer: algunos descubren —muchas veces con asombro— la vocación al sacerdocio o a la vida consagrada; otros perciben la belleza de la vocación al matrimonio y la vida familiar, así como el llamado al compromiso por el bien común y al testimonio de la fe entre sus compañeros y amigos.
 
Toda vocación está animada por la esperanza, que se traduce como confianza en la Providencia. En efecto, para el cristiano, esperar es mucho más que un simple optimismo humano: es ante todo una certeza basada en la fe en Dios, que actúa en la historia de cada persona. Y así, la vocación madura en la fidelidad diaria al Evangelio, en la oración, en el discernimiento y en el servicio.
 
Queridos jóvenes, la esperanza en Dios no defrauda, porque Él guía cada paso de quien se confía a Él. El mundo necesita jóvenes que sean peregrinos de esperanza, valientes en dedicar su vida a Cristo y llenos de la alegría por el hecho mismo de ser sus discípulos-misioneros.” °°° (Termina el mensaje del Papa Francisco).
 
Roguemos al Padre celestial el ser, los unos para los otros, cada uno según su estado, pastores “según su corazón” (cf. Jeremías 3, 15), capaces de ayudarnos mutuamente a caminar en el amor y en la verdad. Y a los jóvenes les digo: “¡No tengan miedo! ¡Acepten la invitación de la Iglesia y de Cristo Señor!”
 
La Virgen María, cuya vida fue toda una respuesta a la llamada del Señor, nos acompañe siempre en el seguimiento de Jesús.  Fuente: Vatican. Va.