4 de junio 2025 “Es justo que cada uno tenga lo necesario” Audiencia Papa León XIV, Jubileo de la esperanza, los obreros en la viña. Plaza de san Pedro. Queridos hermanos y hermanas, deseo detenerme una vez más en una parábola de Jesús. También en este caso, se trata de un relato que alimenta nuestra esperanza. A veces, en efecto, tenemos la impresión de que no encontramos sentido a nuestra vida: nos sentimos inútiles, inadecuados, como los obreros que esperan en la plaza del mercado a que alguien los contrate para trabajar. Pero a veces el tiempo pasa, la vida transcurre y no nos sentimos reconocidos ni apreciados. Quizás no hemos llegado a tiempo, otros se han presentado antes que nosotros, o las preocupaciones nos han retenido en otro lugar.
La metáfora de la plaza del mercado es muy adecuada también
para nuestros tiempos, porque el mercado es el lugar de los negocios, donde,
lamentablemente, también se compran y se venden el afecto y la dignidad,
tratando de ganar algo. Y cuando no nos sentimos apreciados, reconocidos,
corremos el riesgo de vendernos al mejor postor. El Señor, en cambio, nos
recuerda que nuestra vida vale, y su deseo es ayudarnos a descubrirlo.
En la parábola que comentamos hoy, unos jornaleros esperan a
que alguien los contrate para ese día. Estamos en el capítulo 20 del Evangelio
de Mateo, y también aquí encontramos un personaje que se comporta de manera
insólita, que asombra e interpela. Es el dueño de una viña, que sale
personalmente a buscar a sus obreros. Evidentemente quiere establecer con ellos
una relación personal.
Como decía, se trata de una parábola que da esperanza,
porque nos dice que este amo sale varias veces a buscar a quienes esperan
dar sentido a sus vidas. El amo sale al amanecer, y, luego, cada tres
horas, vuelve a buscar obreros para enviarlos a su viña. Siguiendo este ritmo,
después de salir a las tres de la tarde, ya no habría razón para salir de
nuevo, porque la jornada laboral terminaba a las seis.
Mas este amo incansable, que quiere a toda costa dar valor a
la vida de cada uno de nosotros, sale también a las cinco. Los jornaleros que
se habían quedado en la plaza del mercado probablemente habían perdido toda
esperanza. Ese día había sido en vano. Pero alguien siguió creyendo en ellos. ¿Qué
sentido tiene contratar trabajadores solo para la última hora de la jornada
laboral? ¿Qué sentido tiene ir a trabajar solo por una hora? Sin embargo,
incluso cuando nos parece que podemos hacer poco en la vida, siempre vale la
pena. Siempre existe la posibilidad de encontrar un sentido, porque Dios ama
nuestra vida.
Y aquí es donde se ve la originalidad de este amo, al final
del día, a la hora de pagar. Con los primeros trabajadores, los que van a la
viña al amanecer, el amo había acordado una paga de un denario, que era el
coste habitual de una jornada de trabajo. A los demás les dice que les dará lo
que sea justo. Y aquí es donde la parábola vuelve a provocarnos: ¿qué es
justo? Para el dueño de la viña, es decir, para Dios, es justo que cada uno
tenga lo necesario para vivir. Él ha llamado personalmente a los
trabajadores, conoce su dignidad y, en función de ella, quiere pagarles. Y da a
todos un denario.
El relato dice que los trabajadores de la primera hora se
sienten decepcionados: no logran ver la belleza del gesto del amo, que no ha
sido injusto, sino simplemente generoso; que no ha mirado solo el mérito, sino
también la necesidad. Dios quiere dar a todos su Reino, es decir, la vida
plena, eterna y feliz. Y así hace Jesús con nosotros: no establece un
ranking, sino se dona enteramente a quien le abre su corazón.
A la luz de esta parábola, el cristiano de hoy podría caer
en la tentación de pensar: «¿Por qué empezar a trabajar enseguida? Si la
remuneración es la misma, ¿por qué trabajar más?». A estas dudas san Agustín
respondía así: «¿Por qué tardas en seguir a quien te llama, cuando estás seguro
de la recompensa, pero incierto del día? Cuida de no privarte, por tu
dilación, de lo que Él te dará según su promesa».
Quisiera decir, especialmente a los jóvenes, que no
esperen, sino que respondan con entusiasmo al Señor que nos llama a trabajar en
su viña. ¡No lo pospongas, arremángate, porque el Señor es generoso y no te
decepcionará! Trabajando en su viña, encontrarás una respuesta a esa pregunta
profunda que llevas dentro: ¿Qué sentido tiene mi vida?
Queridos hermanos y hermanas, ¡no nos desanimemos! Incluso
en los momentos oscuros de la vida, cuando el tiempo pasa sin darnos las
respuestas que buscamos, pidamos al Señor que salga de nuevo y nos alcance
allí donde lo estamos esperando. ¡El Señor es generoso y vendrá pronto! Fuente
e Imagen de Vatican. Va.