11 de junio 2025. “Nunca hay que abandonar la Esperanza”. Audiencia Papa León XIV. Jubileo de la Esperanza. Bartimeo. Marcos 10, 49
Queridos hermanos y hermanas:
con esta catequesis quisiera dirigir nuestras miradas a otro
aspecto esencial de la vida de Jesús, esto es, a sus curaciones. Por eso, los
invito a presentar ante el Corazón de Cristo las partes más doloridas o
frágiles de ustedes, aquellos lugares de su vida en los que se sienten
paralizados y bloqueados. ¡Pidamos al Señor con confianza que escuche nuestro
grito y nos cure!
El personaje que nos acompaña en esta reflexión nos ayuda a
comprender que nunca hay que abandonar la esperanza, incluso cuando nos
sentimos perdidos. Se trata de Bartimeo, un hombre ciego y mendigo, que
Jesús encontró en Jericó (cf. Marcos 10, 40-52). El lugar es significativo:
Jesús se dirige a Jerusalén, pero comienza su viaje, por así decirlo, desde los
«infiernos» de Jericó, ciudad que se encuentra bajo del nivel del mar. De
hecho, Jesús, con su muerte, fue a recuperar a ese Adán que cayó y que nos
representa a cada uno de nosotros.
Bartimeo significa «hijo de Timeo»: describe a ese hombre a
través de una relación; sin embargo, él está dramáticamente solo. Pero este
nombre también podría significar «hijo del honor» o «de la admiración»,
exactamente lo contrario de la situación en la que se encuentra. Y dado que el
nombre es tan importante en la cultura judía, significa que Bartimeo no
consigue vivir lo que está llamado a ser.
¿Qué podemos hacer cuando nos encontramos en una situación
que parece sin salida? Bartimeo nos enseña a apelar a los recursos que llevamos
dentro y que forman parte de nosotros. Él es un mendigo, sabe pedir, es más,
¡puede gritar! Si realmente deseas algo, haz todo lo posible por
conseguirlo, incluso cuando los demás te reprenden, te humillan y te dicen
que lo dejes. Si realmente lo deseas, ¡sigue gritando!
Bartimeo es ciego, ¡pero paradójicamente ve mejor que los
demás y reconoce quién es Jesús! Ante su grito, Jesús se detiene y lo llama
(cf. v. 49), porque no hay ningún grito que Dios no escuche, incluso cuando
no somos conscientes de dirigirnos a Él (cf. Éxodo 2,23). Parece extraño
que, ante un ciego, Jesús no se acerque inmediatamente a él; pero, si lo
pensamos bien, es la forma de reactivar la vida de Bartimeo: lo empuja a
levantarse, confía en su posibilidad de caminar. Ese hombre puede ponerse en
pie, puede resucitar de sus situaciones de muerte. Pero para hacer esto debe
realizar un gesto muy significativo: ¡debe arrojar su manto! (cf. v. 50)
Para un mendigo, el manto lo es todo: es la seguridad, es la
casa, es la defensa que lo protege. Incluso la ley tutelaba el manto del
mendigo y obligaba a devolverlo por la tarde, si había sido tomado en prenda
(cf. Éxodo 22,25). Sin embargo, muchas veces lo que nos bloquea son
precisamente nuestras aparentes seguridades, lo que nos hemos puesto para
defendernos y que, en cambio, nos impide caminar. Para ir a Jesús y dejarse
curar, Bartimeo debe exponerse a Él en toda su vulnerabilidad. Este es
el paso fundamental para todo camino de curación.
Incluso la pregunta que Jesús le hace parece extraña: «¿Qué
quieres que haga por ti?». Pero, en realidad, no es obvio que queramos curarnos
de nuestras enfermedades; a veces preferimos quedarnos quietos para no asumir
responsabilidades. La respuesta de Bartimeo es profunda: utiliza el verbo
anablepein, que puede significar «ver de nuevo», pero que también podríamos
traducir como «levantar la mirada».
Bartimeo, de hecho, no solo quiere
volver a ver, ¡también quiere recuperar su dignidad! Para mirar hacia arriba,
hay que levantar la cabeza. A veces las personas se bloquean porque la vida
las ha humillado y solo desean recuperar su propio valor.
Lo que salva a Bartimeo, y a cada uno de nosotros, es la fe.
Jesús nos cura para que podamos ser libres. Él no invita a Bartimeo a seguirlo,
sino le dice que se vaya, que se ponga en camino (cf. v. 52). Marcos,
sin embargo, concluye el relato refiriendo que Bartimeo se puso a seguir a
Jesús: ¡ha elegido libremente seguir a Aquel que es el Camino!