LA ENVIDIA NO NOS PERMITE CUMPLIR CON LA MISIÓN Evangelio sábado 7 de junio 2025
Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
“Pedro,
volviéndose, vio que los seguía el discípulo a quien Jesús amaba, el mismo que
en la cena se había apoyado en su pecho y le había preguntado: «Señor, ¿Quién
es el que te va a entregar?» Al verlo, Pedro dice a Jesús:
«Señor, y éste,
¿qué?»
Jesús le contesta: «Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué?
Tú sígueme.» Entonces se empezó a correr entre los hermanos el rumor de que ese
discípulo no moriría. Pero no le dijo Jesús que no moriría, sino: «Si quiero
que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué?» Este es el discípulo que da
testimonio de todo esto y lo ha escrito; y nosotros sabemos que su testimonio
es verdadero.
Muchas otras cosas hizo Jesús. Si se escribieran una por una, pienso que ni
el mundo podría contener los libros que habría que escribir.” Juan 21, 20-25.
Existen personas que viven más
preocupadas en evaluar la vida de los demás, entrometerse en la vida de los
demás, ser jueces de los demás. Este camino no permite ser un buen
misionero; al contrario, un mal ejemplo y un obstáculo para lograr una
verdadera evangelización. Jesucristo corrige a su discípulo preferido, para que
no le invada el espacio a los demás y se concentre más en cumplir delante de
Dios su propia misión.
Para ser un buen misionero es
bueno superar la envida. Es bastante común en cantidad de personas que suponen
que está haciendo la voluntad de Dios. La envidia deja ver mucho la pobreza
espiritual y axiológica en una persona. La envida lastima la misión de los
demás. La envidia es considerada una bajeza humana.
Los psicólogos enseñan que la
envidia es una emoción tóxica que genera malestar y sufrimiento. Quien sufre de
envida tiene problemas de madurez, se compara con los demás, tiene sentimientos
de inferioridad, guarda rencor a los demás.
Teniendo en cuenta los mandatos
de la ley de Dios aprendemos las normas de comportamiento perfectas para no
lastimar la vida de los demás ni que nuestra inmadurez sea un problema para la
Iglesia. Por ejemplo, el décimo mandato recomienda no codiciar los bienes
ajenos. Quien cumple con ese mandato no caerá en la tentación de la avaricia,
la envida, y el deseo de cometer cosas injustas.
Las personas
envidiosas hacen mucho mal a la sociedad y utilizan la Iglesia para su propio
bien. San Agustín de Hipona decía: “La envidia es el pecado diabólico por
excelencia”. San Gregorio Magno, afirmaba: ““De la envidia nacen el odio,
la maledicencia, la calumnia, la alegría causada por el mal del prójimo y la
tristeza causada por su prosperidad” (cfr. Catecismo Iglesia Católica, 2538 –
2540).
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