22 de junio 2025 “Los dones de Dios, crecen cuanto más se
comparten." Ángelus Regina Coeli, Papa León XIV. Solemnidad Corpus Christi.
Plaza de san Pedro. Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!
Hoy, en muchos países, se celebra la Solemnidad del Cuerpo y
la Sangre de Cristo, el Corpus Domini, y el Evangelio narra el milagro de los
panes y los peces (cf. Lucas 9, 11-17).
Para dar de comer a las miles de personas que acudieron a
escucharlo y a pedirle curación, Jesús invita a los Apóstoles a que le
presenten lo poco que tienen, bendice los panes y los peces y les ordena que
los distribuyan entre todos. El resultado es sorprendente, no sólo cada uno
recibe comida suficiente, sino que sobra en abundancia (cf. Lucas 9, 17).
El milagro, más allá del prodigio, es un “signo” y nos
recuerda que los dones de Dios, incluso los más pequeños, crecen cuanto más
se comparten.
Sin embargo, al leer todo esto en el día del Corpus Domini,
reflexionamos sobre una realidad aún más profunda. Sabemos, en efecto, que en
la raíz de todo compartir humano hay uno más grande que lo precede: el de
Dios hacia nosotros. Él, el Creador, que nos dio la vida, para salvarnos
pidió a una de sus criaturas que fuera su Madre, para asumir un cuerpo frágil,
limitado, mortal, como el nuestro, poniéndose en sus manos como un niño. Así
compartió hasta sus últimas consecuencias nuestra pobreza, eligiendo valerse,
para redimirnos, precisamente de lo poco que podíamos ofrecerle (cf. Nicolás
Cabásilas, La vida en Cristo, IV, 3).
Pensemos en lo bonito que es, cuando hacemos un regalo
—quizás pequeño, acorde con nuestras posibilidades— ver que es apreciado por
quien lo recibe; lo contentos que nos sentimos cuando comprobamos que, a pesar
de su sencillez, ese regalo nos une aún más a quienes amamos.
Pues bien, en la Eucaristía, entre nosotros y Dios, sucede
precisamente esto, el Señor acoge, santifica y bendice el pan y el vino que
ponemos en el altar, junto con la ofrenda de nuestra vida, y los transforma
en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sacrificio de amor para la salvación del
mundo. Dios se une a nosotros acogiendo con alegría lo que le presentamos y nos
invita a unirnos a Él recibiendo y compartiendo con igual alegría su don de
amor. De este modo —dice san Agustín—, como el “conjunto de muchos granos se ha
transformado en un solo pan, así en la concordia de la caridad se forma un
solo cuerpo de Cristo” (cf. Sermón 229/A, 2).
Queridos hermanos, esta noche haremos la Procesión
Eucarística. Celebraremos juntos la Santa Misa y luego nos pondremos en camino,
llevando el Santísimo Sacramento por las calles de nuestra ciudad. Cantaremos,
rezaremos y, finalmente, nos reuniremos en la Basílica de Santa María la Mayor
para implorar la bendición del Señor sobre nuestros hogares, nuestras familias
y toda la humanidad.
Partiendo desde el altar y el sagrario, que esta
celebración sea un signo luminoso de nuestro compromiso de ser cada día portadores
de comunión y paz los unos para los otros, en el compartir y en la caridad. Fuente
e Imagen de Vatican. Va