21 de junio 2025. Reconocer y respetar lo que es único en la persona humana es esencial. Mensaje Papa León XIV. Segunda conferencia sobre inteligencia artificial. Con motivo de esta Segunda Conferencia Anual de Roma sobre Inteligencia Artificial, expreso mis mejores deseos a todos los participantes. Su presencia demuestra la urgente necesidad de una profunda reflexión y un debate continuo sobre la dimensión ética inherente a la inteligencia artificial, así como sobre su gestión responsable. En este sentido, me complace que el segundo día de la Conferencia se celebre en el Palacio Apostólico, una clara señal del deseo de la Iglesia de participar en estos debates que atañen directamente al presente y al futuro de la humanidad.
Junto con su extraordinario potencial para beneficiar a la
familia humana, el rápido desarrollo de la inteligencia artificial también
plantea preguntas más profundas sobre el uso apropiado de esta tecnología
para generar una sociedad global más genuinamente justa y humana. En este
sentido, si bien es indudable que es un producto excepcional del genio humano,
la inteligencia artificial es “ante todo una herramienta” (Papa
Francisco, Discurso en la Sesión del G7 sobre Inteligencia Artificial , 14 de
junio de 2024).
Por definición, las herramientas se remontan a la
inteligencia humana que las produjo y extraen gran parte de su fuerza ética de
las intenciones de quienes las manejan. En algunos casos, la inteligencia
artificial se ha utilizado de maneras positivas e incluso nobles para promover
una mayor igualdad, pero también existe el potencial de que se use
indebidamente para obtener ganancias egoístas a expensas de otros o, peor aún,
para fomentar conflictos y agresiones.
Por su parte, la Iglesia desea contribuir a un debate sereno
e informado sobre estas cuestiones urgentes, subrayando, ante todo, la
necesidad de evaluar las implicaciones de la inteligencia artificial a la luz
del «desarrollo integral de la persona y de la sociedad» (Nota Antiqua
et Nova, n. 6).
Esto implica tener en cuenta el bienestar de la persona
humana no solo desde un punto de vista material, sino también intelectual y
espiritual; significa salvaguardar la dignidad inviolable de toda persona
humana y respetar la riqueza y la diversidad cultural y espiritual de los
pueblos del mundo. En esencia, es necesario evaluar los beneficios y los
riesgos de la inteligencia artificial precisamente según este criterio ético
superior.
Lamentablemente, como señaló el difunto Papa Francisco,
nuestras sociedades hoy están experimentando una cierta “pérdida o al menos un
eclipse del sentido de lo humano”, y esto a su vez nos desafía a todos a
reflexionar más profundamente sobre la verdadera naturaleza y singularidad
de nuestra dignidad humana común (Discurso a la Sesión del G7 sobre
Inteligencia Artificial, 14 de junio de 2024).
La inteligencia artificial, especialmente la inteligencia
generativa, ha abierto nuevos horizontes en muchos niveles diferentes,
incluida la mejora de la investigación en salud y los descubrimientos
científicos, pero también plantea preguntas inquietantes sobre sus posibles
repercusiones en la apertura de la humanidad a la verdad y la belleza, en
nuestra capacidad particular para comprender y procesar la realidad. Reconocer
y respetar lo que es único en la persona humana es esencial para el debate
sobre cualquier marco ético apropiado para la gestión de la inteligencia
artificial.
Estoy seguro de que todos estamos preocupados por los niños
y jóvenes, y por las posibles consecuencias del uso de la inteligencia
artificial en su desarrollo intelectual y neurológico. Nuestros jóvenes
deben ser ayudados, no obstaculizados, en su camino hacia la madurez y la
auténtica responsabilidad. Ellos son nuestra esperanza para el futuro, y el
bienestar de la sociedad depende de que se les dé la capacidad de desarrollar
los dones y habilidades que Dios les dio y de responder a las demandas de los
tiempos y a las necesidades de los demás con un espíritu libre y generoso.
Ninguna generación ha tenido jamás un acceso tan rápido a
la cantidad de información ahora disponible gracias a la inteligencia
artificial. Pero, de nuevo, el acceso a los datos, por inmensos que sean, no
debe confundirse con la inteligencia, que necesariamente «implica la apertura
de una persona a las preguntas últimas de la vida y refleja una orientación
hacia la Verdad y el Bien» (Antiqua et Nova, n. 29).
En última instancia, la verdadera sabiduría tiene más que
ver con reconocer el verdadero sentido de la vida que con la disponibilidad de
datos. A la luz de esto, queridos amigos, expreso mi esperanza de que sus
deliberaciones también examinen la inteligencia artificial en el contexto del
necesario aprendizaje intergeneracional que permitirá a los jóvenes integrar la
verdad en su vida moral y espiritual, influyendo así en sus decisiones maduras
y abriendo camino hacia un mundo de mayor solidaridad y unidad (cf. Ibid. n.
28).
La tarea que tienen por delante no es sencilla, pero es de vital
importancia. Agradeciéndoles su compromiso presente y futuro, invoco
cordialmente sobre ustedes y sus familias las bendiciones divinas de sabiduría,
alegría y paz. Fuente: Vatican. Va.