14 de junio 2025 "Jesús no es un muro que separa, sino una
puerta que nos une" Catequesis del Santo Padre León XIV Basílica de san
Pedro.
Esperar es conectar. Ireneo de Lyon
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. ¡La
paz sea con ustedes!
Queridos hermanos y hermanas:
Esta mañana se reanudan las audiencias jubilares especiales
que el Papa Francisco inició en enero, proponiendo cada vez un aspecto
particular de la virtud teologal de la esperanza y una figura espiritual que la
testimonia. ¡Continuemos, pues, el camino iniciado, como peregrinos de la
esperanza!
Nos une la esperanza transmitida por los Apóstoles desde el
principio. En Jesús, los Apóstoles vieron la tierra unida al cielo: con sus
ojos, oídos y manos acogieron la Palabra de vida. El Jubileo es una puerta
abierta a este misterio. El Año Jubilar conecta el mundo de Dios con el nuestro
de forma más radical. Nos invita a tomar en serio lo que rezamos cada día: «En
la tierra como en el cielo». Esta es nuestra esperanza. Este es el aspecto
que nos gustaría explorar hoy: esperar es conectar.
Uno de los grandes teólogos cristianos, el obispo Ireneo de
Lyon, nos ayudará a reconocer la belleza y la actualidad de esta esperanza.
Ireneo nació en Asia Menor y se educó entre quienes conocieron directamente a
los Apóstoles. Luego vino a Europa, porque en Lyon ya se había formado una
comunidad de cristianos de su tierra. ¡Qué bien nos hace recordar esto aquí, en
Roma, en Europa!
El Evangelio llegó a este continente desde fuera. Incluso
hoy, las comunidades migrantes son presencias que reavivan la fe en los países
que las acogen. El Evangelio viene de fuera. Ireneo conecta Oriente y
Occidente. Esto ya es un signo de esperanza, porque nos recuerda cómo los
pueblos se enriquecen mutuamente.
Ireneo, sin embargo, tiene un tesoro aún mayor que
ofrecernos. Las divisiones doctrinales que encontró dentro de la comunidad
cristiana, los conflictos internos y las persecuciones externas no lo
desanimaron. Al contrario, en un mundo fragmentado, aprendió a pensar mejor,
centrando su atención cada vez más en Jesús. Se convirtió en cantor de su
persona, más aún, de su carne. Reconoció, de hecho, que en Él lo que parece
opuesto se recompone en unidad. Jesús no es un muro que separa, sino una
puerta que nos une. Debemos permanecer en Él y distinguir la realidad de
las ideologías.
Queridos hermanos y hermanas, incluso hoy las ideas pueden
enloquecer y las palabras pueden matar. La carne, sin embargo, es de lo que
todos estamos hechos; es lo que nos une a la tierra y a las demás criaturas. La
carne de Jesús debe ser acogida y contemplada en cada hermano y hermana, en
cada criatura. Escuchemos el grito de la carne, oigámonos ser llamados por
nuestro nombre por el dolor de los demás. El mandamiento que hemos recibido
desde el principio es el del amor mutuo. Está escrito en nuestra carne, antes
de cualquier ley.
Ireneo, maestro de la unidad, nos enseña a no oponernos,
sino a conectar. La inteligencia no está donde separa, sino donde
conecta. Distinguir es útil, pero nunca dividir. Jesús es la vida eterna
entre nosotros: une los opuestos y hace posible la comunión.
Somos peregrinos de esperanza, porque entre las personas,
los pueblos y las criaturas se necesita alguien que decida caminar hacia la
comunión. Otros nos seguirán. Como Ireneo en Lyon en el siglo II, así en
cada una de nuestras ciudades volvemos a tender puentes donde hoy hay muros.
Abramos puertas, conectemos mundos y habrá esperanza. Fuente e Imagen de
Vatican. Va