25 de septiembre de 2019

EL RITO DE LA PAZ. Catequesis Mistagógica.


25 de septiembre 2019. Siguiendo con nuestras catequesis sobre las diversas partes de la Eucaristía, en este domingo profundizaremos en el rito de la paz. Padre Héctor Giovanny Sandoval Moreno. Delegado para la pastoral litúrgica. Arquidiócesis de Ibagué.
La existencia de un rito de la paz dentro de la celebración eucarística está atestiguada desde los primeros siglos tanto en Oriente como en Occidente. Durante los siglos IV-V, en Roma el gesto tenía lugar inmediatamente después de la plegaria eucarística y estaba relacionado con ella. Más tarde se vinculó a la petición de perdón en el Padrenuestro, quedando convertida en un rito de preparación para la Comunión.
En la celebración actual, el rito de la paz consta de tres partes:
- Oración por la paz: se dirige a Cristo pidiendo en nombre de la asamblea que conceda a la Iglesia la paz y la unidad que entregó a los Apóstoles.


- Anuncio de la paz: “la paz del Señor esté siempre con ustedes”. El anuncio de la paz lleva ya implícita su comunicación. El pueblo responde: “y con tu espíritu”. Se acepta y se devuelve la paz.

- El signo de la paz: primitivamente el intercambio de la paz se hacía entre todos los fieles. Más tarde, partía del altar y se realizaba según un orden jerárquico. Cristo se la comunicaba al sacerdote (a través del gesto del beso al altar), el sacerdote al diácono y éste al subdiácono. La liturgia actual prevé que el intercambio se realice entre los fieles. Debe ser siempre un gesto religioso, debe estar penetrado de sacralidad. “Conviene «que cada uno dé la paz, sobriamente, sólo a los más cercanos a él" (Redemptionis sacramentum, 72).

El signo de la paz, puesto antes de la Comunión, tiene un significado teológico propio. Este encuentra su punto de referencia en la contemplación eucarística del misterio pascual. Los ritos que preparan a la comunión constituyen un conjunto bien articulado dentro del cual cada elemento tiene su propio significado y contribuye al sentido del conjunto de la secuencia ritual, que conduce a la participación sacramental en el misterio celebrado.

El signo de la paz, por tanto, se encuentra entre el Padre Nuestro -al cual se une mediante el embolismo que prepara al gesto de la paz- y la fracción del pan -durante la cual se implora al Cordero de Dios que nos dé su paz-. Con este gesto, que «significa la paz, la comunión y la caridad», la Iglesia «implora la paz y la unidad para sí misma y para toda la familia humana, y los fieles se expresan la comunión eclesial y la mutua caridad, antes de la comunión sacramental», es decir, la comunión en el Cuerpo de Cristo Señor.


La paz es un don, fruto de la Pascua de Cristo. Es significativo que después de la renovación del memorial del misterio pascual de Cristo en el altar, Él mismo en la persona del sacerdote nos ofrece su paz. Sabemos que Cristo resucitado, cuando se aparecía a los apóstoles, les saludaba dándoles la paz: «La paz con ustedes» (Juan 20,19.26). En realidad, la herencia que el Señor deja en la Última Cena a sus discípulos es precisamente la paz: «La paz os dejo, mi paz os doy; pero no como la da el mundo» (Juan. 14,27).

La paz no es algo meramente exterior. Se encuentra fundamentalmente en el corazón del hombre que se ha abierto al perdón de Dios. El que ha sido perdonado, debe aprender a perdonar y a pedir perdón. La paz es reconciliación en Dios, en la sangre de Cristo. De este modo, la asidua participación en la Eucaristía va haciendo de los cristianos hombres de paz, pues en la misa reciben una y otra vez la paz de Cristo, y por eso mismo son cada vez más capaces de comunicar a los hermanos la paz que de Dios han recibido. «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios» (Mateo 5,9).
Sigamos profundizando cada parte de la celebración eucarística para llegar a una mejor comprensión del misterio tan grande que nos dejó el Señor. Correo del autor: hectorgeovannys@gmail.com