11 de septiembre 2019. Concluimos en este domingo nuestro
estudio sobre la plegaria Eucaristía con el análisis de la última parte de la
Plegaria Eucaristía: la Doxología. Padre Héctor Giovanny Sandoval Moreno
Delegado para la pastoral litúrgica. Arquidiócesis de
Ibagué.
El último párrafo de la “Plegaria Eucarística” es igual en
todas las fórmulas. Bien merece una consideración especial porque es como el
clímax de la Celebración. Es la “Doxología”.
La palabra “doxología” significa “glorificación”. La de la
Plegaria Eucarística no es la única de la misa, pero sí la más importante. El
Himno “Gloria a Dios en el cielo” es la doxología más extensa, pero no se dice
en todas las Misas, sino en las fiestas
más importantes y en los domingos, fuera de Cuaresma y Adviento. Cuando
la Iglesia reza con los Salmos, los termina también con una aclamación
doxológica: “Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”.
La Plegaria
Eucarística está siempre dirigida a Dios Padre, como ya lo hemos visto. Es a Él
a quien damos gracias, porque de Él proceden todos los “dones” que hemos
recibido. Y Él nos ha dado a su Hijo, que se entregó por nosotros en el
sacrificio que rememoramos en toda Eucaristía. Y ambos nos dan su Espíritu
Santo, Espíritu de amor que nos santifica y nos hace entrar en la unidad
“Trinitaria”.
Este es el misterio que celebramos y que recordamos al final
de la Plegaria Eucarística, cuando el celebrante, levantando la patena con la
hostia y el cáliz, dice en nombre de todos: “Por Cristo, con Él y en Él, a ti,
Dios Padre Omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda
gloria, por los siglos de los siglos”.
EL GESTO:
El gesto que se
realiza en la “doxología” nos evoca el gesto de ofrecimiento de las víctimas en
el Antiguo Testamento (Cfr. Ex 29, 26; Lev 7, 30 ss). Es una elevación que no
está destinada a mostrar las “especies consagradas” a la Asamblea, sino a
presentar la víctima, Cristo, ante el Padre.
La patena y el cáliz se mantienen elevados mientras se reza
o se cantan las palabras de la “doxología” y hasta que la Asamblea termina de
aclamar o de cantar el “Amén” que cierra la Plegaria Eucarística.
LAS PALABRAS:
Las palabras de la
“doxología”, además de darnos una clave respecto de la Liturgia, constituyen
una especie de programa de “espiritualidad trinitaria”
En primer lugar, la
Liturgia misma es una obra de alabanza al Padre. Y a Él tenemos acceso por
Cristo, con Cristo y en Cristo, porque Cristo es el único mediador. Y esto
ocurre además “en la unidad del Espíritu Santo”.
También en esta fórmula podemos encontrar un programa de
espiritualidad trinitaria. Algo que muchas veces nos cuesta comprender y vivir.
Venimos del Padre y vamos al Padre, y esto por Cristo (Él es Alfa y Omega...
todo fue creado por Él y para Él), con Cristo (Él nos llama a seguirlo, a ser
sus discípulos) y en Cristo (Él es la Cabeza del Cuerpo, de la Iglesia). Y
quien nos une en Cristo, quien nos hace entrar en la unidad trinitaria, en el
amor de Dios, es el Espíritu Santo.
En todo este programa podemos meditar al unirnos de corazón
a esta glorificación de la Santísima Trinidad con nuestro “Amén”. Expresión
bíblica imposible de traducir, característica de nuestra participación en la
Misa, proclamación de nuestra fe y ratificación de la oración que se acaba de
pronunciar.
Si el “Amén” es la más importante de las aclamaciones y de
las respuestas de origen bíblico, el que termina la Plegaria Eucarística es el
más importante de toda la Liturgia. Ojalá nos salga de corazón. Sigamos
profundizando en el gran misterio de la celebración eucarística para lograr una
mejor y autentica participación litúrgica.
Correo del autor: hectorgeovannys@gmail.com