4 de septiembre 2019. Las intercesiones en la Plegaria
Eucarística. Continuando con nuestras catequesis, profundizaremos en este
domingo en las intercesiones que se realizan al final de la plegaria
eucarística. Padre Héctor Giovanny Sandoval Moreno. Delegado para la pastoral
litúrgica. Arquidiócesis de Ibagué.
La Comunión de los
Santos es un dogma de fe católica por el que creemos que estamos unidos a
los demás cristianos como miembros de un mismo Cuerpo, unidos a nuestra Cabeza
que es Cristo. Muchas de las gracias que hemos recibido se deben a la
intercesión y oraciones de otros cristianos, muchas veces escondidos y
desconocidos, en favor nuestro.
En la Plegarias Eucarística se incluyen una serie de
intercesiones por las que nos unimos a la Iglesia del cielo, de la tierra y del
purgatorio.
Por ellas vivimos de modo intensísimo el misterio de la Comunión de
los Santos. Se llaman intercesiones porque en ellas ponemos como intercesores a
la Virgen María y los santos. Las Intercesiones, “dan a entender que la
Eucaristía se celebra en comunión con toda la Iglesia, celeste y terrena, y que
la oblación se hace por ella y por todos sus fieles, vivos y difuntos, miembros
que han sido llamados a participar de la salvación y redención adquiridas por
el Cuerpo y Sangre de Cristo” (Misal Romano N. 72).
En la plegaria eucarística III, por ejemplo, se
invoca:
-primero la ayuda del cielo, de la Virgen María y de los
santos, «por cuya intercesión confiamos obtener siempre tu ayuda»;
-en seguida se ruega
por la tierra, pidiendo salvación y paz para «el mundo entero» y para «tu Iglesia,
peregrina en la tierra», especialmente por el Papa y los Obispos, pero también,
con una intención misionera, por «todos tus hijos dispersos por el mundo»;
-y finalmente se
encomienda a los fieles difuntos a la bondad de Dios, es decir, se ofrece la
Eucaristía por «nuestros hermanos difuntos y cuantos murieron en tu amistad» La
caridad cristiana se dilata sin fin en la Misa alcanzando a todos los hombres.
Se confía con audacia a la misericordia de Dios: «recíbelos en tu reino, donde
esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria».
En primer lugar nos recuerda que estamos en comunión con todas las comunidades cristianas dispersas
a lo largo y a lo ancho del mundo que formamos parte de la Iglesia, y que con
la misma fe celebramos la Eucaristía. Nuestra comunidad local no está aislada
del resto de la Iglesia. Por eso nombramos en la plegaria a toda la Iglesia y
al Papa. También somos conscientes de que nuestra Iglesia local no es solamente
la asamblea que se ha reunido para celebrar la Eucaristía, y por eso nombramos
al obispo diocesano, a todos los pastores que le ayudan en su tarea, y a todos
nuestros hermanos que comparten el peregrinar de la fe sobre esta tierra.
Por ejemplo, la plegaria eucarística II lo hace de esta
manera: "Acuérdate, Señor, de tu Iglesia extendida por toda la tierra, y
con el papa Francisco, con nuestro obispo Miguel Fernando y todos los pastores
que cuidan de tu pueblo, llévala a su perfección por la caridad". Así
celebrando la Eucaristía, estamos en comunión con la Iglesia Universal, que
peregrina hacia la casa del Padre.
Pero también estamos
en comunión con los difuntos, que siguen perteneciendo a la comunidad
eclesial, y por eso los recordamos en la Eucaristía, intercediendo por ellos.
La comunión no se rompe con la muerte, y de esa manera los que ya partieron y
pueden necesitar de la ayuda de nuestra oración, en virtud de la comunión de
los santos, son también destinatarios de nuestra oración, a veces con nombre
propio, y en cualquier caso pidiendo siempre por todos los difuntos:
"Acuérdate también de nuestros hermanos que durmieron en la esperanza de
la resurrección y de todos los que han muerto en tu misericordia: admítelos a
contemplar la luz de tu rostro". Es expresión de nuestra comunión con la
así llamada "Iglesia purgante", los difuntos que están purificando
sus faltas de amor en espera de gozar de la plenitud de la vida eterna.
Y nos falta la tercera
dimensión de esa comunión: la que se refiere a la Iglesia triunfante, a los
santos. Si con los difuntos lo que hacemos es interceder y pedir, a los santos
–los que ya gozan de la plenitud del cielo- les pedimos que intercedan por
nosotros: a la Virgen María en primer lugar, a su esposo San José, a los
apóstoles, a los mártires, a todos los santos… Estamos en comunión con los
bienaventurados, nosotros que caminamos en la esperanza de la bienaventuranza
eterna.
Y así, cada día, en cada una de las celebraciones de la
Eucaristía, hacemos presente la comunión con la Iglesia. No solamente
encerrados en la pequeña realidad de nuestra parroquia o de nuestro grupo, sino
abiertos a la gran riqueza que supone el misterio de comunión que Cristo ha
querido que sea su Iglesia para llevar su Palabra de vida hasta los confines de
la tierra, hasta que Él vuelva. Sigamos profundizando en el sacramento de la
Eucaristía y recordemos como lo decía el Papa san Juan Pablo II: “la Iglesia
hace la Eucaristía y la Eucaristía hace a la Iglesia” gran misterio de comunión
y unidad. Correo del autor: hectorgeovannys@gmail.com