Por Pbro.
Raúl Ortiz Toro
Director
Departamento de Doctrina
Secretariado
Permanente del Episcopado Colombiano
Hay una
gran expectativa en la Iglesia por las conclusiones a las que se llegará; no se
pretende cambiar el dogma – como muchos detractores mal intencionados han
afirmado –, ni se trata de un parlamento para socializar iniciativas que
reformen la disciplina eclesiástica. El
Sínodo de los Obispos inició en 1965 gracias al papa San Pablo VI y ha
tratado siempre temas coyunturales en la Iglesia. Ahora habrá una novedad
especial: si el Sínodo va a tratar el asunto sinodal era muy lógico que se
viviera la sinodalidad en su desarrollo, por ello han sido integrados otros
miembros del pueblo de Dios no obispos, en total 370 personas.
Mientras se
desarrollan las dos sesiones en 2023 y 2024, la Iglesia continúa el camino
sinodal en las comunidades eclesiales locales. Para ello, los documentos de
este proceso son siempre útiles y no pierden vigencia. Más aún, el Instrumentum
Laboris (que puede encontrarse en distintos idiomas en el sitio www.synod.va)
desde ya puede ser utilizado en la actividad evangelizadora de las Iglesias
Particulares como incentivo de reflexión y aliciente de acción.
El documento cuenta con dos grandes bloques; el
primero, llamado Sección A: Por una Iglesia Sinodal. Una experiencia integral, tiene, a su vez,
dos partes. En la primera se hace acopio de las síntesis continentales,
nacionales y diocesanas de la escucha sinodal y llega a las siguientes
conclusiones.
1. Una Iglesia sinodal se funda en el reconocimiento de la dignidad
común que deriva del bautismo. Esto debe verse reflejado en sus instituciones,
estructuras y procedimientos.
2. Una Iglesia sinodal es una Iglesia de la escucha: del Espíritu Santo a través de la
Palabra de Dios, de los acontecimientos de la historia, y de los otros
(individuos y comunidades eclesiales). Esto debe llevar a asumir la virtud de
la humildad, saber pedir perdón y reconocer que hay mucho por aprender.
3. Una Iglesia sinodal es una Iglesia de encuentro y diálogo. Esta dimensión se ve reflejada
en el diálogo ecuménico e interreligioso que no busca la uniformidad.
4. Una Iglesia sinodal sabe relacionar Amor y Verdad como Cristo.
5. Una Iglesia sinodal sabe gestionar las tensiones sin dejarse destruir por ellas y sin
apresurarse a ofrecer soluciones inmediatas, sino que escucha, presta atención
y se pone en contacto con la sana inquietud de lo incompleto.
6. Una Iglesia sinodal se alimenta incesantemente del Misterio que celebra en la liturgia,
particularmente en la Eucaristía.
7. Una Iglesia sinodal es también una Iglesia del discernimiento.
La segunda parte de la Sección A, trata el tema
de la Conversación Espiritual como método grupal para la escucha y el
discernimiento, y
que se utilizará en esta sesión de la Asamblea. El documento expresa que es una
prioridad de primer orden la “formación en el método, de animadores capaces de
acompañar a las comunidades a practicarlo” Y concluye con contundencia: “La
formación para la conversación en el Espíritu es la formación para ser una
Iglesia sinodal”. Nuestros obispos colombianos en la pasada Asamblea Plenaria
de julio de 2023 trabajaron profundamente con esta metodología.
El segundo
bloque, Sección B: “Comunión, misión, participación. Tres temas prioritarios
para la Iglesia sinodal”, desarrolla la teología propia de la sinodalidad. Un
gran cambio en la hermenéutica del proceso es que el orden de las tres
prioridades: “comunión, participación, misión” pasa a tener la misión en el
centro: “comunión, misión, participación”, por dos razones:
1. La comunión y no la participación, es la
condición de la credibilidad del anuncio evangelizador. Ahora bien, como “la
comunión representa a la vez la fuente y el fruto de la misión porque la
comunión es misionera y la misión es para la comunión” (Christifideles Laici,
32), de allí se sigue que la orientación a la misión es el único criterio
evangélicamente fundado para la organización interna de la comunidad cristiana,
la distribución de funciones y tareas, y la gestión de sus instituciones y
estructuras.
2. Es
en relación con la comunión y la misión como puede entenderse la participación
y por eso solo puede abordarse en tercer lugar. Se supera, así, la visión
dualista según la cual la comunión indica las relaciones ad intra, mientras la
misión solo tiene que ver con el impulso ad extra. Además, la participación
como resultado y no como condición, adquiere una orientación finalista “que
impide que se convierta en el frenesí de las reivindicaciones de derechos
individuales”.
Finalmente,
el documento presenta como anexo las “Fichas de trabajo para la asamblea
sinodal”. En total son quince fichas, cinco para cada prioridad. Cada ficha
consta de una introducción, una pregunta para el discernimiento y unas
sugerencias para la oración y la reflexión. Las tres preguntas nucleares son:
1. Una
comunión que se irradia: ¿Cómo podemos ser más plenamente signo e
instrumento de la unión con Dios y de la unidad del género humano?
2. Corresponsables
en la misión: ¿Cómo podemos compartir dones y tareas al servicio del
Evangelio?
3. Participación,
responsabilidad y autoridad: ¿Qué procesos, estructuras e instituciones son
necesarios en una Iglesia sinodal misionera?
Todos los
servidores de la evangelización estamos invitados a continuar en nuestras
propias comunidades eclesiales el camino sinodal, porque este no es una
actividad aislada o un proyecto pontificio, es la vida misma de la Iglesia que
continuamente se renueva con el ánimo de llegar a todos como Cristo lo hizo.
Fuente: Conferencia Episcopal de Colombia.