6 de marzo de 2022

EL DIABLO QUE ES ASTUTO, SIEMPRE USA EL ENGAÑO.


6 de marzo 2022
. Ángelus Regina Coeli Papa Francisco.
Plaza de san Pedro, Primer domingo de cuaresma, Ciclo C.
  "El diablo que es astuto, siempre usa en engaño"Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!  El Evangelio de la liturgia de hoy, primer domingo de Cuaresma, nos lleva al desierto, donde Jesús es conducido por el Espíritu Santo, durante cuarenta días, para ser tentado por el demonio (cfr. Lucas 4.1-13). Jesús también fue tentado por el demonio, y nos acompaña, a cada uno de nosotros, en nuestras tentaciones. El desierto simboliza la lucha contra las seducciones del mal, para aprender a elegir la verdadera libertad. De hecho, Jesús vive la experiencia del desierto justo antes de iniciar su misión pública. Es precisamente a través de esa lucha espiritual que Él afirma decisivamente qué tipo de Mesías pretende ser. No un Mesías así, sino así: diría que esta es precisamente la declaración de la identidad mesiánica de Jesús, del camino mesiánico de Jesús: “Yo soy el Mesías, pero en este camino”. Así que echemos un vistazo más de cerca a las tentaciones contra las que lucha.
 
El diablo se vuelve dos veces hacia él diciéndole: "Si eres Hijo de Dios..." (vv. 3.9). En otras palabras, le propone explotar su posición: ante todo para satisfacer las necesidades materiales que siente (cf. v. 3) -hambre-; luego para aumentar su poder (cf. vv. 6-7); finalmente tener una señal prodigiosa de Dios (cf. vv. 9-11). Tres tentaciones. Es como si dijera: “¡Si eres Hijo de Dios, aprovéchalo!”. Cuántas veces nos pasa esto: “Pero si te quedas en esa posición, ¡aprovéchalo! No dejes pasar la oportunidad, la oportunidad”, es decir, “piensa en la tuya, ”ganancia". Es una propuesta seductora, pero te lleva a la esclavitud del corazón: te obsesiona con el deseo de tener, reduce todo a la posesión de las cosas, del poder, de la fama. Este es el núcleo de las tentaciones: "el veneno de las pasiones" en el que se arraiga el mal. Miremos hacia adentro y encontraremos que nuestras tentaciones siempre tienen este patrón, siempre esta forma de actuar.
 
Pero Jesús se opone de manera vencedora a las atracciones del mal. ¿Cómo? Responder a las tentaciones con la Palabra de Dios, que dice no aprovecharse, no usar de Dios, de los demás y de las cosas para uno mismo, no explotar la propia posición para adquirir privilegios. Porque la verdadera felicidad y la libertad no están en poseer, sino en compartir; no en aprovecharse de los demás, sino en amarlos; no en la obsesión por el poder, sino en la alegría del servicio.
 
Hermanos y hermanas, estas tentaciones también nos acompañan en el camino de la vida. Hay que estar atentos, no tener miedo -le pasa a todo el mundo- y estar atentos, porque muchas veces se presentan bajo una forma aparente de bien. De hecho, el diablo, que es astuto, siempre usa el engaño. Quería hacer creer a Jesús que sus propuestas eran útiles para probar que él era verdaderamente el Hijo de Dios.
 
Y me gustaría enfatizar una cosa. Jesús no dialoga con el diablo: Jesús nunca habló con el diablo. O lo ahuyentaba, cuando sanaba a los endemoniados, o en este caso, teniendo que responder, lo hace con la Palabra de Dios, nunca con su palabra. Hermanos y hermanas, nunca entréis en diálogo con el diablo: es más listo que nosotros. ¡Nunca! Estar aferrados a la Palabra de Dios como Jesús y como mucho responder siempre con la Palabra de Dios, y en este camino no nos equivocaremos.
 
Lo mismo hace el diablo con nosotros: a menudo llega "con ojos dulces", "con rostro angelical"; ¡hasta sabe disfrazarse con motivos sagrados, aparentemente religiosos! Si cedemos a sus halagos, acabamos justificando nuestra falsedad, disfrazándola de buenas intenciones. Por ejemplo, cuántas veces hemos escuchado esto: "Hice negocios extraños, pero ayudé a los pobres"; "Aproveché mi papel -como político, como gobernante, como sacerdote, como obispo- pero también para un buen propósito"; “Cedí a mis instintos, pero en el fondo no le hice daño a nadie”, estas justificaciones, y así sucesivamente, una tras otra. Por favor: ¡con el mal, sin compromisos! ¡Con el diablo, no hay diálogo! Con la tentación no debemos dialogar, no debemos caer en ese sueño de la conciencia que nos hace decir: “¡Pero al fin y al cabo no es grave, todo el mundo hace esto!”. Miramos a Jesús, que no busca acomodación, que no hace tratos con el mal. Al diablo opone la Palabra de Dios, que es más fuerte que el diablo, y así vence las tentaciones.
 
Que este tiempo de Cuaresma sea también para nosotros un tiempo de desierto. Tomemos los espacios de silencio y oración -un poco, nos hará bien-; en estos espacios detengámonos y miremos lo que se agita en nuestro corazón, nuestra verdad interior, lo que sabemos que no se puede justificar. Hagamos claridad interior, poniéndonos ante la Palabra de Dios en la oración, para que se produzca en nosotros una lucha beneficiosa contra el mal que nos esclaviza, una lucha por la libertad.
Pedimos a la Santísima Virgen que nos acompañe en el desierto de Cuaresma y nos ayude en nuestro camino de conversión. Fuente e Imagen de Vatican. Va.