5 de marzo de 2022

LA MUNDANIDAD NO ES FÓRMULA DE VIDA DE FE. Evangelio Sábado 5 de Marzo 2022

LA MUNDANIDAD NO ES FÓRMULA DE VIDA DE FE
Evangelio sábado 5 de marzo 2022
Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
“Salió Jesús y vio a un publicano llamado Leví, sentado en el despacho de impuestos, y le dijo: «Sígueme». El, dejándolo todo, se levantó y le siguió. Leví le ofreció en su casa un gran banquete. Había un gran número de publicanos, y de otros que estaban a la mesa con ellos. Los fariseos y sus escribas murmuraban diciendo a los discípulos: «¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y pecadores?» Les respondió Jesús: «No necesitan médico los que están sanos, sino los que están mal. No he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores». Lucas 5, 27-32.  

Cristo busca algo más que fidelidad a los mandamientos, algo más que cumplimiento estricto de la ley de Dios. Se trata de darle una respuesta personal al Señor, es en otras palabras la verdadera imitación de Cristo. Cuando descubrimos que se trata de identificarse con Cristo, comprendemos el ser propio de la vocación: La generosidad de corazón, la generosidad de espíritu, la generosidad para arriesgarlo todo por la causa del Señor. 

Cristo necesita muchas personas en el mundo que coloquen su granito de arena, que lo hagan convencidos de su propia vocación, que se dejen inspirar por la Gracia de Dios, que no miren hacia atrás, que no se detengan ante ninguna perturbación, que asuman los retos. 

            El Papa Francisco recuerda que: La mundanidad no es la fórmula de los hijos de Dios. El punto medio es la prudencia y el desprendimiento; así lo recomienda la sabiduría divina: “Supliqué a Dios y me concedió la prudencia; le pedí el espíritu de sabiduría y me lo dio. La preferí a los cetros y los tronos. En su compasión, tuve en nada la riqueza.” (Sabiduría 7, 7).

            El amor de Dios recrea todo, es decir, hace nuevas todas las cosas. Reconocer los propios límites, las propias debilidades, es la puerta que abre al perdón de Jesús, a su amor que puede renovarnos en lo profundo, que puede recrearnos. La salvación puede entrar en el corazón cuando nosotros nos abrimos a la verdad y reconocemos nuestras equivocaciones, nuestros pecados; entonces hacemos experiencia, esa bella experiencia de Aquel que ha venido, no para los sanos, sino para los enfermos, no para los justos, sino para los pecadores. Experimentamos su paciencia --¡tiene mucha! --, su ternura, su voluntad de salvar a todos. 

Y ¿Cuál es la señal? La señal es que nos hemos vuelto ‘nuevos’ y hemos sido transformados por el amor de Dios. Es el saberse despojar de las vestiduras desgastadas y viejas de los rencores y de las enemistades, para vestir la túnica limpia de la mansedumbre, de la benevolencia, del servicio a los demás, de la paz del corazón, propia de los hijos de Dios. El espíritu del mundo está siempre buscando novedades, pero solo la fidelidad de Jesús es capaz de la verdadera novedad, de hacernos hombres nuevos, de recrearnos. (cfr. Homilía, Papa Francisco, 21 de junio de 2015).