Arquidiócesis de Ibagué
La ley de Dios es perfecta, siempre piensa en los demás. Afirma la Sagrada Biblia: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos.” (Marcos 5, 17-19).
La ley comienza a ser soporte de
la vida en comunidad, un valor determinante de la acción social, una pieza
clave en el desarrollo de los pueblos y las culturas, cuando nos ponemos de
acuerdo en respetar la ley, de ver en ella como un manual de comportamiento
individual. En la medida en que yo acepte esos presupuestos, los medite,
encuentre su relación con el grupo social, termino convenciéndome que es
necesario que existan unas reglas que nos permitan vivir en comunidad. La ley
me permite reconocer los derechos de los demás, el cumplimiento de mis
deberes, me abre espacios para entrar en el ambiente social, me limita los
caprichos y desórdenes en mi personalidad, me permite no abusar de la nobleza,
la humildad y la sencillez de los demás.
La ley de Dios es perfecta y es luz para el alma.
La ley de Dios es perfecta, siempre piensa en los demás. Afirma la Sagrada Biblia: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos.” (Marcos 5, 17-19).
El
verdadero rostro de Dios renovador y liberador en contraste con la ley y los
profetas que llegan a su plenitud nos propone el culmen de nuestra fe, encontrarnos
cara a cara con Dios. Las dos grandes autoridades de la Antigua Alianza
dialogan con el Hijo de Dios, se unen la ley y los profetas, (cfr. Éxodo 34,
29-35). Jesucristo es el único que tiene la llave para interpretar historia de
la salvación del mundo. El salmo 18
nos enseña: La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto
del Señor es fiel e instruye al ignorante. Los mandatos del Señor son
rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los
ojos. La voluntad del Señor es pura y
eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente
justos