Padre Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué. « Llamó
Jesús a Pedro, a Juan y a Santiago, subió con ellos al monte a orar: mientras
estaba orando, el aspecto de su rostro se transformó, y su vestidura quedó
blanca y deslumbrante. De pronto dos personajes empezaron a hablar con él: eran
Moisés y Elías, que aparecieron rodeados de gloria y hablaban de la partida de
Jesús de este mundo, que iba a cumplirse en Jerusalén.” °°° (Lucas 9, 28b-36.) La transfiguración del Hijo de Dios,
entendida como una teofanía, es una muestra perfecta de la pedagogía de Dios
para que cada uno de nosotros podamos entender, la divinidad de Cristo. No es
fácil comprender el camino de la Cruz, como medio de sacrificio y redención y a
la vez vivir la experiencia de un Jesús mostrando su divinidad a sus
seguidores. Podría ser una paradoja, hablar de dos misterios que aparentemente
suenan como contradictorios: Agonía y transfiguración. Bautismo y
transfiguración. Es como el pensar filosófico, donde la tesis y la antítesis,
se funden y se transparentan.
Transfigurarse es un motivo de esperanza y de
cambio. A pesar de que en muchas oportunidades Cristo muestra su divinidad, su
mesianidad, su poder, sus milagros, sus palabras de vida eterna. Al final de su
ministerio es reconocido por el soldado romano. La divinidad de Cristo es reconocida
hasta en el último momento de la Cruz: “Verdaderamente este hombre era Hijo de
Dios.” (Marcos 15, 39).
“Decía San León: “El fin principal
de la transfiguración era desterrar del alma de los discípulos el escándalo de
la cruz”. Por eso los llevó a un monte
alto, para ilustrarlos acerca de su pasión, para hacerles ver que era necesario
que el Cristo padeciese antes de entrar en su gloria, conforme a lo anunciado
por los profetas (Lucas 24,25). El Papa Francisco pregunta: “¿Cómo se puede
seguir a un Maestro y Mesías cuya vida terrenal va a terminar así? La respuesta
llega en la transfiguración.
Este evento de la transfiguración permite, de ese
modo, a sus discípulos afrontar la pasión de Jesús de una manera positiva, sin
quedar abrumados”. “La transfiguración ayuda a los discípulos, y también a
nosotros, a comprender que la pasión de Cristo es un misterio de sufrimiento,
pero, sobre todo, un regalo de amor infinito por parte de Jesús” (Ángelus, 13
de febrero 2018). El misterio de la
transfiguración permite entender que: Cristo es efectivamente Dios, pero con
una particularidad: un Dios humilde, cercano, que se inclina para servir y que
se ha solidarizado con el más profundo dolor del ser humano. Cuida tu salud:
Una de las más grandes características de Dios es su humildad