JESUCRISTO PROPONE UN MUNDO MEJOR: LA ASCENSIÓN
Evangelio Domingo 29 de mayo 2022
Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
“Dijo Jesús a sus discípulos: Así está escrito, que el Cristo padeciera y resucitara de entre los muertos al tercer día y se predicara en su nombre la conversión para perdón de los pecados a todas las naciones, empezando desde Jerusalén. Vosotros sois testigos de estas cosas. «Mirad, y voy a enviar sobre vosotros la Promesa de mi Padre. Por vuestra parte permaneced en la ciudad hasta que seáis revestidos de poder desde lo alto. Los sacó hasta cerca de Betania y, alzando sus manos, los bendijo. Y sucedió que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado al cielo.» (Lucas 24, 46-53)
El
Nazareno, sabiamente recuerda a todos sus seguidores: “el Mesías debía sufrir
la muerte y resucitar al tercer día, y que en su nombre se hará en todo el
mundo un llamado al arrepentimiento para obtener el perdón de los pecados”. Y
eso fue lo que realmente ocurrió. Toda su obra guarda un hilo conductor, que se
traduce en su misterio pascual: la pasión, la muerte, la resurrección, sus
apariciones, su ascensión. Todo se comprende desde la presencia dinámica y
unificadora de su Santo Espíritu. Si
esos fueron los sentimientos del Salvador del mundo: Es la hora de construir un
mundo mejor, es la hora de darle una respuesta a Dios, es el momento crucial
para decirle a tantos hombres y mujeres que necesitamos volver por los caminos
de Dios. El amor, la caridad, la justicia, la misericordia, el respeto por la
vida, un no rotundo a la guerra y al odio entre las naciones y culturas. Ese es
el mundo mejor, que desea Dios.
La Ascensión del Hijo de Dios, es un misterio: expresa toda la dimensión de exaltación y glorificación de la naturaleza humana de Jesús como contrapunto a la humillación padecida en la pasión, muerte y sepultura. Sabiamente el catecismo de la Iglesia Católica sintetiza el curso evangelizador de Jesucristo desde su resurrección y aparición a sus seguidores, durante los cuarenta días en los que él come con sus discípulos (cfr. Hechos 10,41).