CADA
CREYENTE DEBE MADURAR Y DEFENDER SU FE
Evangelio
Sábado 21 de mayo 2022
Padre,
Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
«En
la última cena, dijo Jesús a sus discípulos: Si el mundo os odia, sabed que a
mí me ha odiado antes que a vosotros. Su fuerais del mundo, el mundo amaría lo
suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del
mundo, por eso os odia el mundo. Acordaos de la palabra que os he dicho: El
siervo no es más que su señor.” °°° (Juan 15, 18-21). El Papa Francisco enseña que: El Hijo
del hombre es el que recibe de Dios «poder, honor y reino». Jesús da un
nuevo sentido a esta imagen y señala que él tiene el poder en cuanto siervo,
el honor en cuanto que se abaja, la autoridad real en cuanto que está
disponible al don total de la vida. Jesucristo alcanza su mayor grandeza
con su servicio y entrega a su propia Iglesia.
Ahora, si se trata de pensar en el poder, el honor y el reino en el
ambiente, según los criterios mundanos y el servicio humilde que debería
caracterizar a la autoridad según la enseñanza y el ejemplo de Jesús. Incompatibilidad
entre las ambiciones, el carrerismo y el seguimiento de Cristo;
incompatibilidad entre los honores, el éxito, la fama, los triunfos terrenos y
la lógica de Cristo crucificado. (Homilía, 18 de octubre de 2015).
Amar en situaciones adversas es
bastante complicado. El Nazareno tiene toda la razón, cuando advierte a sus
seguidores: “Como a mí me persiguieron, también a ustedes los perseguirán”
(Juan 15, 20). La misión cristiana sería menos complicada si los que están llamados
a evangelizar, comulgaran mas con Dios y menos con el mundo. Pero no, como no
son del mundo, por esa razón el mundo los odia y les complica el apostolado y
el crecimiento en la santidad cristiana. Cada persona debe aprender a
madurar en su fe, en los momentos históricos de su propia vida. Hay que
entender que una cosa es tener una experiencia directa con Dios y otra es la
experiencia con la comunidad. La primera
fortalece la segunda. Un buen
conocimiento de Dios, permite afrontar los embates de la vida como: el
temor, la duda, el odio, la desesperación, la desilusión, los vientos
contrarios, la crítica destructiva, la persecución, etc.
El apóstol san Pablo propone una
buena alternativa ante las dificultades que el mundo presenta a todos aquellos
que pretendan ser buenos discípulos de su Maestro. Dice el santo: "No
os acomodéis al mundo presente, antes bien transformaos mediante la
renovación de vuestra mente, de forma que podáis distinguir cuál es la voluntad
de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto." (Romanos 12, 2.) Jesucristo
recomienda: «Lo imposible para los hombres, es posible para Dios.» (Lucas 18, 27.)
Dios tiene su plan y nosotros debemos ajustarnos a su pensamiento: “El que
quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me
siga.” (Mateo 16, 24) El pensamiento de Dios, es y seguirá siendo
controvertido para la mentalidad del mundo.
El
Catecismo de nuestra Iglesia Católica nos permite conocer y defender nuestra fe. Sus consejos
son teológicos, básicos y fundamentales para la vida cristiana. El catecismo define la fe: “es un acto
personal: la respuesta libre del hombre a la iniciativa de Dios que se revela.
Pero la fe no es un acto aislado. Nadie puede creer solo, como nadie puede
vivir solo. Nadie se ha dado la fe a sí mismo, como nadie se ha dado la vida a
sí mismo. El creyente ha recibido la fe de otro, debe transmitirla a otro.”
(Numeral 166).
¿Cuál es el lenguaje de la fe? Dice el Catecismo: “No
creemos en las fórmulas, sino en las realidades que estas expresan y que la fe
nos permite "tocar". "El acto [de fe] del creyente no se detiene
en el enunciado, sino en la realidad [enunciada]" (Santo Tomás de Aquino)
(Numeral 170).
¿Cuántas clases de fe, existen? Responde el Catecismo: “la
Iglesia no cesa de confesar su única fe, recibida de un solo Señor, transmitida
por un solo bautismo, enraizada en la convicción de que todos los hombres no
tienen más que un solo Dios y Padre (cf. Efesios 4,4-6). (Numeral 172). La
fe es necesaria para la salvación. El Señor mismo lo afirma: "El que
crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará" (Marcos 16,16). (Numeral 183).