Evangelio viernes 15 de diciembre
2023
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
Porque vino
Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: "Demonio tiene." Vino el Hijo
del hombre, que come y bebe, y dicen: "Ahí tenéis un comilón y un
borracho, amigo de publicanos y pecadores." Y la Sabiduría se ha hecho
prestigiosa por sus obras.” Mateo 11, 16-19
La
salvación viene de Dios, es de Dios, es una puerta siempre abierta para la
humanidad. La vida se le complica a un ser humano, cuando no está
disponible para aceptar la propuesta de Dios. Cuando la persona es terca,
intransigente. Lo contrario, cuando la persona se cree salvada, piensa que ha
hecho muchas cosas y por ende no necesita de más salvación. Un creyente debe
entender y lograr vivir de acuerdo a la siguiente premisa: “La sabiduría se hace prestigiosa por sus obras” (Mateo 11, 19).
Quien
hace la carrera de sabio en su experiencia de fe, no se complica la vida,
no entra en discusiones, no forma polémicas, no cree que en discutir está el
carácter de la verdadera evangelización. La Escritura considera a los Magos
como personajes sabios que sabían interpretar los signos de Dios. La decisión
que tomaron fue muy sabia. “Vieron una estrella y se pusieron en camino”.
(Mateo 2, 9). El verdadero sabio se deja
guiar por los signos de Dios y no por los signos de los hombres.
Muchos
judíos encontraron los caminos de Dios, porque se maravillaron y creyeron,
viendo los signos que Él hacía. (cfr. Juan 2, 24). Los signos muestran el
ser y la misión del Hijo de Dios. El mismo Salvador advierte que no nos dejemos
confundir por los signos que exigen los seres humanos.
Hay
momentos en que el signo es como un reto para el Nazareno, quien enfrenta muy
bien la controversia y le responde a la humanidad. “No se les dará más signos
que la experiencia del profeta Jonás” (Mateo 12, 38-40). El Mayor signo es la misma pasión, muerte y resurrección del Maestro.
Los
signos nos brindan un excelente punto de apoyo para saber si estamos en los
caminos de Dios. Por ejemplo: El
signo de la alegría. “El corazón alegre es una buena medicina” (Proverbios 17,
22). Nuestra paz interior. “No hay que permitir que las preocupaciones nos
perturben la paz que viene de Dios” (Filipenses 4, 6-7).
Las buenas obras. Le demostramos a los demás
lo grande que es nuestra fe por lo que somos y por lo que hacemos. (Santiago 2,
18). Nuestra manera de ser debe reflejar la gracia y el perdón que hemos
recibido de Dios. (cfr. Efesios 4, 32).
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