Evangelio viernes 22 de diciembre
2023
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
“Y dijo
María: "Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi
salvador, porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava; por eso,
desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho
en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia
alcanza de generación en generación a los que le temen.
Desplegó la
fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón.
Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes.
A los hambrientos colmó de bienes y
despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de su
misericordia como había anunciado a nuestros padres en favor de Abraham y de su
linaje por los siglos." María permaneció con ella unos tres meses, y se
volvió a su casa.” Lucas 1, 46-56
La Santísima Virgen María desde el
mismo momento del encuentro maravilloso con el Arcángel san Gabriel, recibe el
llamado de Dios para cumplir la misión más grande en la historia de la
salvación, ser la madre del Redentor del mundo. Ubicada en esa experiencia de
fe. (cfr. Lucas 1, 26-38), comienza a
reconocer las grandezas y las maravillas que Dios ha realizado en ella.
El encuentro con su prima Isabel le
va a permitir expresar lo que ella ya venía experimentando en su corazón.
Estaba altamente agradecida con Dios y a su vez ofrece un mensaje para la
humanidad: Todo se lo debe a Dios, su alma se alegra en Dios que es el
Salvador, engrandece mi alma al Señor.
Los
cánticos en la Sagrada Escritura son una expresión de un alma noble y
agradecida con Dios. Recordemos el agradecimiento de Zacarías ante las
maravillas que Dios hizo por él. “Benedictus” (cfr. Lucas 1, 68-79). La expresión de Simeón cuando se le
concedió la gracia de conocer al Salvador del mundo. “Nunc dimitis” (cfr. Lucas
2, 29-32). Tres jóvenes dan gracias a
Dios por su protección, ante el horno de fuego encendido. El cántico de los
jóvenes, Sidrac, Misac y Abdénago. (cfr. Daniel 3, 1- 95).
San
Juan Pablo II nos enseña: En el Magníficat, cántico verdaderamente teológico
porque revela la experiencia del rostro de Dios hecha por María, Dios no
sólo es el Poderoso, pare el que nada es imposible, como había declarado
Gabriel (cfr. Lucas 1, 37), sino también el Misericordioso, capaz de ternura y
fidelidad para con todo ser humano.
María nos lleva a descubrir los criterios de la
misteriosa acción de Dios. El Señor, trastrocando los juicios del mundo, viene en auxilio de los
pobres y los pequeños, en perjuicio de los ricos y los poderosos, y, de modo
sorprendente, colma de bienes a los humildes, que le encomiendan su existencia
(cfr. Encíclica, Redemptoris Mater, 37). (cfr. Audiencia, 6 de noviembre,
1996).
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