Evangelio sábado 16 de diciembre
2023
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
Así también
harán padecer al Hijo del hombre”. Los discípulos comprendieron entonces que
Jesús se refería a Juan el Bautista.”
Mateo 17, 10-13.
El
Maestro de Nazareth explica la razón de ser de los acontecimientos en la
historia de la salvación, para que cada creyente saque sus propias conclusiones.
Es un método de evangelización proyectado desde la sabiduría divina para que
cada persona pueda vivir y con sentido los acontecimientos salvíficos.
El
Hijo de Dios parte de una premisa para que razonemos sobre los medios de
salvación. Dios envía los profetas para que ellos anuncien su Palabra y
enseñen los caminos que llevan a Dios. El
ser humano que no es maduro en su fe, rechaza o contradice la misión del
profeta. De acuerdo a la profecía de Malaquías, Elías vino cumpliendo con
su misión, pero no lo escucharon. La pregunta podría ser: ¿Dónde está la
equivocación del ser humano?
La respuesta es: No se debe combinar sin buen juicio la razón humana y la sabiduría
divina. La Palabra de Dios se proclamó para que creamos en ella y nos
dejemos guiar plenamente por el Espíritu de la Palabra. La razón humana se equivoca, cuando cree saber la respuesta correcta
sin tener en cuenta a Dios.
Por
ejemplo: “Elías ya ha venido, y no lo han reconocido, sino que hicieron con él
lo que quisieron.” Algunos seres humanos cierran los caminos de salvación. San
Juan Bautista fue el más grande entre los hombres para ser el precursor del
Salvador del mundo, muchos le creyeron, otros no.
San
Pedro advierte de una manera enfática el problema de aquellas personas que son
caprichosas y se oponen a los planes de Dios. Dice el apóstol: “Esfuércense
para que Dios los encuentre en paz. Dios pedirá cuentas a los que se burlan del
bien. A los enemigos de Dios que profirieron palabras injuriosas contra Dios.”
(2 de Pedro 3, 14-16).
El Papa
Benedicto XVI recuerda que la persona más célebre fue el profeta Elías en el
siglo IX antes de Cristo, defendió la fe de la idolatría y habló de un Dios
único y verdadero. (cfr. Homilía, 16 de julio, 2006).
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