Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
Leví ofreció a Jesús un gran
banquete en su casa. Había numerosos publicanos y otras personas que estaban a
la mesa con ellos. Los fariseos y sus escribas murmuraban y decían a los
discípulos de Jesús: “¿Por qué ustedes comen y beben con publicanos y pecadores?”
Pero Jesús tomó la palabra y les
dijo: “No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos.
Yo no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, para que se conviertan”.
Lucas 5, 27-32.
La
salvación viene de Dios, es de Dios, la concede Dios. Una manera práctica
de entender, cómo recibimos la salvación que ofrece Dios, es: cuando
reconocemos que somos pecadores. Reconocemos nuestras propias limitaciones.
Reconocemos la necesidad de Dios. Entonces Él nos dirá: “No he venido a llamar
a justos, sino a pecadores”. (Lucas 5, 32).
Entendemos
que Dios ofrece la salvación con carácter universal. Nadie es excluido
mientras la misma persona no tome la decisión de negarse a salvar su vida, a
pedir la oportunidad, a dejarse guiar por la Palabra de Dios. Dios vino a
ofreces caminos de salvación para todos aquellos que reconozcan su propia
limitación.
La
Gracia de Dios es la bondad y la generosidad de la salvación que Dios ofrece
para quien desee recibirla. Esa gracia es vida, es paz, es libertad, es
perdón, es eternidad. En la mente de Dios prima su misericordia por salvar el
mundo. Las almas se salvan no tanto porque le reclamen a Dios: tanto tiempo,
tanta dedicación, tanto esfuerzo; sino porque el día en que se decidieron lo
cumplieron fielmente hasta el final.
Nuestra
Iglesia Católica nos enseña que: "Dios quiere que todos los hombres se
salven y lleguen al conocimiento pleno de la verdad" (1 Timoteo 2, 4).
Dios quiere la salvación de todos por el conocimiento de la verdad. La
salvación se encuentra en la verdad. Los que obedecen a la moción del Espíritu
de verdad están ya en el camino de la salvación. (Catecismo, 851).
No
debemos perder la idea que la salvación viene de Dios, es Gracia de Dios.
Pensemos en los medios de salvación. La fe es necesaria y medio de salvación.
La conversión es la decisión que cada persona decide regresar a los caminos de
Dios. El Hijo de Dios tiene el poder de Salvar a todos los que crean en Él.
(cfr. Juan 3, 16).
Las obras de caridad practicadas desde la fe son un
excelente medio de salvación. (cfr. Mateo 25, 35-36). Jesucristo enseña el
camino de salvación o de juicio, dependiendo de la práctica de la caridad de
cada persona. (cfr. Mateo 25, 31-46).
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