19 de marzo 2025. “Jesucristo es nuestra Esperanza” “Ustedes deben renacer de lo alto” Juan 3, 7b). Catequesis Jubilar, Papa Francisco. Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Con esta catequesis
comenzamos a contemplar algunos encuentros narrados en los Evangelios, para
comprender la forma en que Jesús da esperanza. De hecho, hay encuentros que
iluminan la vida y traen esperanza. Puede suceder, por ejemplo, que alguien nos
ayude a ver desde una perspectiva diferente una dificultad o un problema que
estamos viviendo; o puede suceder que alguien simplemente nos regale una
palabra que no nos haga sentir solos en el dolor que estamos atravesando. A
veces también puede haber encuentros silenciosos, en los que no se dice nada, y
sin embargo esos momentos nos ayudan a retomar el camino.
El primer encuentro en
el que me gustaría detenerme es el de Jesús con Nicodemo, narrado en el
capítulo 3 del Evangelio de Juan. Empiezo por este episodio porque Nicodemo
es un hombre que, con su historia, demuestra que es posible salir de la
oscuridad y encontrar la valentía para seguir a Cristo.
Nicodemo va a ver a
Jesús de noche: una hora inusual para un encuentro. En el lenguaje de Juan, las
referencias temporales a menudo tienen un valor simbólico: aquí la noche es
probablemente la que hay en el corazón de Nicodemo. Es un hombre que se
encuentra en la oscuridad de las dudas, en esa oscuridad que vivimos cuando
ya no entendemos lo que está sucediendo en nuestra vida y no vemos bien el
camino a seguir.
Si uno está en la
oscuridad, obviamente busca la luz. Y Juan, al comienzo de su Evangelio,
escribe así: «Vino a este mundo la luz verdadera, la que ilumina a todo hombre»
(1,9). Nicodemo busca a Jesús porque intuye que Él puede iluminar la
oscuridad de su corazón.
Sin embargo, el
Evangelio nos cuenta que Nicodemo no logra comprender de inmediato lo que Jesús
le dice. Y así vemos que hay muchos malentendidos en este diálogo, y también
mucha ironía, que es una característica del evangelista Juan. Nicodemo no
entiende lo que Jesús le dice porque sigue pensando con su lógica y sus
categorías. Es un hombre con una personalidad bien definida, tiene un papel
público, es uno de los jefes de los judíos. Pero probablemente las cuentas ya
no le salen. Nicodemo siente que algo ya no funciona en su vida. Siente la
necesidad de cambiar, pero no sabe por dónde empezar.
En algunos momentos de
la vida esto nos sucede a todos. Si no aceptamos cambiar, si nos encerramos en
nuestra rigidez, en nuestras costumbres o en nuestras formas de pensar,
corremos el riesgo de morir. La vida radica en la capacidad de cambiar para
encontrar una nueva forma de amar. De hecho, Jesús habla a Nicodemo de un
nuevo nacimiento, que no solo es posible, sino incluso necesario en algunos
momentos de nuestro camino.
A decir verdad, la expresión utilizada en el texto
ya es ambivalente en sí misma, porque anōthen (ἄνωθεν) puede traducirse tanto
como «desde arriba» como «de nuevo». Poco a poco, Nicodemo comprenderá que
estos dos significados van juntos: si dejamos que el Espíritu Santo genere
en nosotros una nueva vida, volveremos a nacer. Recuperaremos esa vida que
quizás se estaba apagando en nosotros.
He elegido empezar por
Nicodemo también porque es un hombre que, con su propia vida, demuestra que
este cambio es posible. Nicodemo lo conseguirá: ¡al final estará entre los que
van a Pilato a pedir el cuerpo de Jesús (cf. Juan 19,39)! Nicodemo ha salido a
la luz por fin, ha renacido y ya no necesita estar en la noche.
Los cambios a veces
nos asustan. Por un lado, nos atraen, a veces los deseamos, pero por otro
preferiríamos quedarnos en nuestras comodidades. Por eso el Espíritu nos anima a afrontar
estos miedos. Jesús le recuerda a Nicodemo- que es un maestro en Israel- que
también los israelitas tuvieron miedo mientras caminaban por el desierto. Y se
fijaron tanto en sus preocupaciones que en un momento dado esos miedos tomaron
la forma de serpientes venenosas (cf. Números 21,4-9).
Para ser liberados,
debían mirar la serpiente de bronce que Moisés había colocado en una vara, es
decir, debían levantar la vista y estar frente al objeto que representaba sus
miedos. Solo mirando de frente a lo que nos da miedo, podemos empezar a ser
liberados.
Nicodemo, como todos
nosotros, podrá mirar al Crucificado, Aquel que venció la muerte, la raíz de
todos nuestros miedos. Levantemos también nosotros la mirada hacia Aquel a
quien traspasaron, dejemos que Jesús también se encuentre con nosotros. En
Él encontramos la esperanza para afrontar los cambios de nuestra vida y
renacer. Fuente: Vatican. Va.