Evangelio sábado 15 de marzo 2025
Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
“Jesús dijo
a sus discípulos:
Si ustedes aman solamente a quienes
los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Y si
saludan solamente a sus hermanos, ¿qué hacen de extraordinario? ¿No hacen lo
mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos como es perfecto el Padre que
está en el cielo.” Mateo 5, 43-48.
Dios
es la perfección del amor. Amar ha sido la propuesta divina, el deseo del
creador, el plan de vida propuesto por Dios, para obtener muchas gracias.
El precepto divino enseña que quien logra amar a Dios, puede amar a los demás,
superar las contrariedades con los demás, entender a los demás como son,
incluso perdonar y olvidar las ofensas que propician los demás.
Amar
según el espíritu de Dios, permite cumplir la tarea más complicada para los
sentimientos humanos. Perdonar y orar por quien te tiene odio, por quien te
envidia, por quien desea estar por encima de los demás con la ira de su ser.
Sean perfectos es el ideal propuesto por Dios. Los que han logrado la
perfección en su vida, llegaron gracias a que perdonaron y olvidaron.
Encomendaron y dejaron a Dios lo que es de Dios.
El
apóstol san Pablo recomienda el amor como el camino seguro hacia la perfección.
Sabiendo que quien ama, procura siempre el bien, lo justo, lo correcto, lo
misericordioso. Dice el apóstol: No permitan en su corazón, la cólera, ira,
maldad, maledicencia y palabras groseras, todo eso lejos de tu boca. Revístanse
de la misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre, paciencia. Busquen
siempre el amor que es el vínculo de la perfección. (Colosenses 3, 1-14).
El
Papa Francisco propone la misericordia como camino de perfección. “El amor
misericordioso es el único camino a seguir. ¡Cuánto necesitamos todos ser un
poco más misericordiosos: no chismorrear, no juzgar, no desplumar a los demás
con las envidias y los celos…¡Tenemos que perdonar, ser misericordiosos, vivir nuestra
vida en el amor! Ese amor hace que los discípulos de Jesús no pierdan la
identidad que han recibido de Él, y que se reconozcan a sí mismos como hijos de
un mismo Padre. (cfr. Audiencia, 21 de septiembre, 2016)
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