Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
“Jesús dijo a sus
discípulos:
¿Quién de ustedes, cuando su hijo le
pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pez, le da una serpiente? Si
ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡Cuánto más el
Padre de ustedes que está en el Cielo dará cosas buenas a aquéllos que se las
pidan!
Todo lo que deseen que los demás
hagan por ustedes, háganlo por ellos: en esto consiste la Ley y los Profetas.”
Mateo 7, 7-12
La
Sagrada Escritura nos enseña la “Regla de oro” para una sana convivencia social.
“Trate a los demás, como le gustaría que los demás, lo trataran a usted”.
(Lucas 6, 31). Jesucristo propone un sistema de vida donde prima lo universal,
las personas, los valores, el respeto, los deberes, los derechos. Todo tiene un carácter universal. El Hijo de
Dios contrapone lo particular sobre lo universal.
¿Cuál será la razón?
Para una persona es más cómodo vivir su fe, su religión y su vida, en comunión
con aquellos pocos que la rodean y están en comunión con sus caprichos y
ocurrencias. Es más exigente relacionarme con aquellos que no comulgan con mi
manera de ser. Se convierte en un reto estar en comunión con todo tipo de
personas.
Dios
mismo enseña el camino a seguir. El cambio de mentalidad en una persona lo
lleva a pensar más en muchos y no en unos pocos. Dice la Escritura: ¿Qué hace
de extraordinario una persona cuando vive su fe y su compromiso cristiano solo
con aquellos que los aman, lo alaban, lo aclaman? La respuesta es: Eso mismo lo hace también los pecadores.
El reto que propone Dios es:
Amen a sus enemigos,
hagan el bien y presten sin esperar nada a cambio. Entonces la recompensa de
ustedes será grande, y serán hijos del Altísimo, que es bueno con los ingratos
y los pecadores. Sean compasivos como es compasivo el Padre de ustedes. No
juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados. (Lucas 6,
35-37).
El
Papa Francisco explica la regla de oro: El parámetro que usemos para los demás
será el parámetro que el tiempo usará con nosotros. La regla de oro nos
recuerda la responsabilidad que tenemos de custodiar y defender la vida humana
en todas las etapas de su desarrollo. Ser un agente de diálogo y de paz
significa estar verdaderamente determinado a atenuar y, en último término, a
acabar con los muchos conflictos armados que afligen nuestro mundo. (cfr.
Discurso congreso de Estados Unidos, 24 de septiembre, 2015).
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