Evangelio lunes 24 de marzo 2025
Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
Sin embargo, a ninguna de ellas fue
enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en el país de Sidón.
También había muchos leprosos en
Israel, en el tiempo del profeta Elíseo, pero ninguno de ellos fue sanado, sino
Naamán, el sirio”.
Al oír estas palabras, todos los que
estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de
la ciudad.” °°° Lucas 4, 24-30.
Es
muy cierto que nadie es profeta en su tierra. Es una máxima bíblica, es un
aforismo popular, es una realidad taxativa. Jesucristo desea que encontremos la
razón fundamental por la cual muchas personas desprecian el verdadero sentido
cristiano de la fe. El único Dios. La única gracia. La única redención. La
respuesta puede estar en el imperativo del antiguo aforismo filosófico: “Todo extremo es malo”. Aristóteles tenía razón cuando afirmó: “La
virtud es una disposición voluntaria que consiste en un término medio entre dos
extremos malos, el uno por exceso y el otro por defecto”.
El
legalismo ha hecho mucho mal en la historia de la fe y de la religión. Algunas
personas desprecian a un profeta, desprecian la salvación, creen que no
necesitan de ninguna ayuda, piensan que cumplir con las leyes formales, con eso
es suficiente. Si nuestra mentalidad es tan legalista, nunca podremos entender
las bondades que viene a traer el hijo de Dios. La Escritura dirá: “los que
estaban en la sinagoga se enfurecieron y, levantándose, lo empujaron fuera de
la ciudad.” (Lucas 4, 29).
Si
el legalismo tuviese la razón, nos podríamos preguntar: ¿Por qué Dios envió
a Elías a cumplir su misión y le pidió que fuera solo a Sarepta de Sidón? que
allí sería atendido por una viuda. (cfr. 1 Reyes 17, 9-14). ¿Por qué Naamán el
Sirio fue curado cuando obedeció y se sumergió 7 veces en el Jordán? (cfr. 2
Reyes 5, 14-20). Tener una mentalidad extrema no beneficia para ser modelo de
vida en una religión.
Para
entendernos con Dios, debemos aceptar que la lógica de Dios es diferente a la
nuestra. Dice el profeta: «Mis planes no son vuestros planes, vuestros
caminos no son mis caminos» (Isaías 55, 8).
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