Evangelio lunes 10 de marzo 2025
Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
Pondrá las ovejas a su derecha, y
los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su derecha:
"Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para
vosotros desde la creación del mundo.
Porque tuve hambre, y me disteis de
comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba
desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis
a verme." Entonces los justos le responderán: "Señor, ¿cuándo te
vimos hambriento, y te dimos de comer; ¿o sediento, y te dimos de beber?
¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; ¿o desnudo, y te vestimos? °°° Mateo
25, 31-46.
¿Qué
sabemos acerca del juicio final? Es muy importante darle la Palabra al Hijo
de Dios. Históricamente muchos han ido engañando a la humanidad con la
interpretación del fin del mundo, con el juicio de Dios. Lo que sabemos es lo
siguiente: Jesucristo anunció en su predicación el juicio del último día.
Es el momento delante de Dios donde cada cual
se presenta con los comportamientos de su propia conducta. La Escritura advierte: No caigan en las
tentaciones de los escribas y fariseos con una religión de apariencia. (cfr.
Marcos 12, 38-40).
La
incredulidad saldrá a la luz en el momento final. (cfr. Mateo 11, 20-24). Dios preguntará por la forma, como tratamos
a los demás en este mundo. “Todo aquel que se encolerice contra los demás,
deberá rendir cuentas” (Mateo 5, 22). El Hijo de Dios nos pedirá que evaluemos
nuestras vidas con la siguiente máxima: "Cuanto hicisteis a uno de estos
hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis" (Mateo 25, 40). El único
que tiene derecho a juzgar la humanidad es Jesús de Nazareth. (cfr. Juan 5,
22). (cfr. Catecismo # 678-682).
¿Cuál
puede ser la respuesta más efectiva al juicio final? Que nos preocupemos
por vivir nuestra fe todo el tiempo, desde el ambiente de la caridad y la
misericordia. El Papa Francisco enseña
que la caridad y la misericordia son el modo de ser de Dios.
La caridad, por tanto,
está en el centro de la vida de la Iglesia, y es verdaderamente su corazón,
como decía santa Teresa del Niño Jesús. Debemos ver la caridad divina como la
brújula que orienta nuestra vida, antes de encaminarnos en cualquier actividad:
aprendemos cómo mirar a los hermanos y al mundo. «Ubi amor, ibi oculus», decían
los hombres medievales: donde está el amor, está la capacidad de ver. Sólo «si
permanecemos en su amor» (cf. Juan 15,1-17) (cfr. Mensaje, 16 de febrero,
2016).
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