Evangelio sábado 22 de marzo 2025
Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
“Un hombre tenía dos hijos. El menor
de ellos dijo a su padre: «Padre, dame la parte de herencia que me
corresponde». Y el padre les repartió sus bienes.
Pocos días después, el
hijo menor recogió todo lo que tenía y se fue a un país lejano, donde malgastó
sus bienes en una vida licenciosa.
Ya había gastado todo, cuando
sobrevino mucha miseria en aquel país, y comenzó a sufrir privaciones. Entonces
se puso al servicio de uno de los habitantes de esa región, que lo envió a su
campo para cuidar cerdos. Él hubiera deseado calmar su hambre con las bellotas
que comían los cerdos, pero nadie se las daba.
Entonces recapacitó y dijo:» ¡Cuántos
jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, y yo estoy aquí muriéndome de
hambre! Ahora mismo iré a la casa de mi padre y le diré: Padre, pequé contra el
Cielo y contra ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de
tus jornaleros». Entonces partió y volvió a la casa de su padre.” °°° Lucas 15,
1-3. 11-32.
La
misericordia de Dios se impone ante la debilidad de los seres humanos.
Buena propuesta del Hijo de Dios para enseñarnos que la misión está más en el
arte de darle la mano a los demás y menos en juzgar al otro, cerrar las puertas
a los demás o en el caso extremo condenar a la persona.
La
misericordia es el arte de tener la mayor caridad, comprensión y ayuda a los
demás. Es un estilo de vida. Originalmente, la palabra misericordia indica
nuestra actitud frente a la otra persona que se equivoca. La respuesta es:
Tener compasión por la desdicha de los demás. La Sagrada Escritura nos propone
tres parábolas acerca de la misericordia de Dios: la oveja perdida, la moneda
perdida y el hijo pródigo.
Jesús las pronuncia
para defenderse de las acusaciones que le hacen los escribas y fariseos:
“Solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y
los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: Este acoge a los pecadores y
come con ellos” (Lucas 15, 1-2).
El
apóstol Santiago aclara que la misericordia sin obras no funciona. “La
misericordia es superior a cualquier juicio humano. De qué le sirve a una
persona decir que es de fe, pero no tiene obras. La fe se prueba esencialmente
por las obras. (Santiago 2, 13-18). El Papa Francisco enseña: ““La misericordia
de Dios es nuestra liberación y nuestra felicidad. Vivimos de la misericordia y
no podemos permitirnos estar sin misericordia.” (cfr. Audiencia, 18 de marzo,
2020).
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