Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
“Jesús dijo a sus
discípulos:
Por lo tanto, cuando
des limosna, no lo vayas pregonando delante de ti, como hacen los hipócritas en
las sinagogas y en las calles, para ser honrados por los hombres. Les aseguro
que ellos ya tienen su recompensa.
Cuando tú des limosna, que tu mano
izquierda ignore lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto;
y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando ustedes oren, no hagan como
los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las
esquinas de las calles, para ser vistos por los hombres.
Les aseguro que ellos
ya tienen su recompensa. Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación,
cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en
lo secreto, te recompensará.” °°° Mateo 6, 1-6. 16-18.
La
verdadera religión la debemos vivir de cara a Dios, buscando la gloria de Dios,
haciendo la voluntad de Dios, permitiendo que sea Dios quien edifique y
santifique nuestras vidas. El Maestro de Nazareth propone una religión
centrada en Dios. Una religión que tiene como base la caridad y la
misericordia. Una religión que logra su objetivo cuando no busca el rating de
los demás, los miles de seguidores en redes sociales, impactar y llamar la
atención de los demás. La religión del Nazareno se mueve en lo secreto, bien
dice el evangelista: “Tu Padre que ve en lo secreto te lo recompensará” (Mateo
6, 18).
La
regla de oro que Dios enseñó a la humanidad es “La Conversión”. Es el medio más
eficaz para vivir la fe. Se lograr vivir el mayor acontecimiento de la fe,
pero desde la conversión. Por ejemplo. Para vivir el misterio de la pasión,
muerte y resurrección de Jesucristo, es obligatorio estar preparados desde la
penitencia y la conversión.
El profeta tuvo toda la razón cuando propuso:
“Convertíos a mí, todo corazón
con ayuno, con llanto, con luto. Rasgad los corazones y no las vestiduras.”
(Joel 2, 12). Una religión se vive más desde lo profundo del corazón y menos
desde la apariencia social.
Los católicos nos
preparamos espiritualmente para celebrar la pasión, muerte y resurrección del
Hijo de Dios. Este proceso lo denominamos CUARESMA Desde el siglo IV en nuestra Iglesia tenemos
esta oportunidad para preparar nuestras vidas desde la penitencia, el ayuno, la
abstinencia, las obras de caridad. Nuestro miércoles de Ceniza tuvo su inicio
en el siglo X de la historia. El rito consiste en la bendición, imposición de
la Ceniza. La fórmula para imponerla es de origen bíblico. Por ejemplo: “Eres
polvo y al polvo volverás” (Génesis 3, 19) “Conviértanse y crean en la Buena
Nueva” (Marcos 1, 14).
Nos ilumina espiritualmente para
entender la Cuaresma, el misterio de Jesucristo en el desierto. Jesucristo se
prepara para una gran misión y lo primero que se le ocurre es vencer al
tentador, que es el diablo, en beneficio nuestro. “No tentarás al Señor tu Dios”
(cfr. Catecismo Iglesia Católica, 540)
Nuestra Cuaresma Católica inicia el
miércoles de Ceniza y culmina con la Eucaristía de la Cena del Señor. Mientras
corre este tiempo, podemos distinguirnos como católicos, para cumplir con las
obras de caridad y de penitencia. (cfr. Catecismo, numeral 1438).
El Papa Francisco nos pide en esta
CUARESMA 2025 caminar juntos en la esperanza y descubrir las llamadas a la
conversión que la misericordia de Dios nos dirige a todos, de manera personal y
comunitaria.
Se trata de caminar: Sería un
buen ejercicio cuaresmal confrontarse con la realidad concreta de algún
inmigrante o peregrino, dejando que nos interpele, para descubrir lo que
Dios nos pide, para ser mejores caminantes hacia la casa del Padre. Este es un
buen “examen” para el viandante.
Juntos: La vocación de la Iglesia
es caminar juntos, ser sinodales. Los cristianos están llamados a hacer
camino juntos, nunca como viajeros solitarios. El Espíritu Santo nos impulsa a
salir de nosotros mismos para ir hacia Dios y hacia los hermanos, y nunca a
encerrarnos en nosotros mismos. Caminar juntos significa ser artesanos de
unidad, partiendo de la dignidad común de hijos de Dios (cf. Gálatas 3, 26-28);
significa caminar codo a codo.
En tercer lugar, recorramos este
camino juntos en la esperanza de una promesa. La esperanza que no defrauda
(cf. Romanos 5, 5), mensaje central del Jubileo , sea para nosotros el
horizonte del camino cuaresmal hacia la victoria pascual. Como nos enseñó el
Papa Benedicto XVI en la Encíclica Spe salvi, «el ser humano necesita un amor
incondicionado. Necesita esa certeza que le hace decir: “Ni muerte, ni vida, ni
ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni
profundidad, ni criatura alguna podrá apartarnos del amor de Dios.
SI DESEAS ESCUCHAR
EL AUDIO DE ESTA REFLEXIÓN HAZ CLICK AQUÍ