Él les dijo: «Bien profetizó Isaías de
vosotros, hipócritas, según está escrito: Este pueblo me honra con los labios,
pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan
doctrinas que son preceptos de hombres. Dejando el precepto de Dios, os
aferráis a la tradición de los hombres. Les decía también: «¡Qué bien violáis
el mandamiento de Dios, para conservar vuestra tradición!
Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre y: el que maldiga a su padre o a su madre, sea castigado con la muerte. Pero vosotros decís: Si uno dice a su padre o a su madre: "Lo que de mí podrías recibir como ayuda lo declaro Korbán - es decir: ofrenda -", ya no le dejáis hacer nada por su padre y por su madre, anulando así la Palabra de Dios por vuestra tradición que os habéis transmitido; y hacéis muchas cosas semejantes a éstas.” Marcos 7, 1-13.
Jesucristo plantea un nuevo estilo de vida, una auténtica religión, una novedosa manera de pensar, un remedio para combatir el mal, donde no existe el bien: Afirma el Maestro: “Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle.” (Marcos 7,14). ¿Será, que muchos honran a Dios solo de boca? ¿Será que el culto que se le da a Dios, es vació? ¿Será que muchas personas se han inventado nuevas leyes al lado de las propuestas por Dios?
El Papa Francisco advierte que
no debemos caer en la tentación de controlar o comercializar la Gracia de Dios:
“los fariseos, esclavos de las muchas leyes que cargaban sobre las espaldas del
pueblo; los saduceos, con sus compromisos políticos; los esenios, buenos,
buenísimos, pero tenían mucho miedo y no arriesgaban, terminaban por aislarse
en sus monasterios; los zelotes, para los cuales la gracia de Dios era la
guerra de la liberación, otra manera de comerciar la gracia. La gracia de
Dios es otra cosa: es cercanía, es ternura. Esta regla sirve siempre. Si tú
en tu relación con el Señor no sientes que Él te ama con ternura, aún te falta
algo, aún no has entendido qué es la gracia, aún no has recibido la gracia que
está cercana. (cfr. Homilía, 11 de
diciembre 2014).