Pues ¿Qué puede dar el hombre a cambio de su vida? Porque quien se avergüence de mí
y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, también el Hijo del
hombre se avergonzará de él cuando venga en la gloria de su Padre con los
santos ángeles
Y añadió: Yo les aseguro que algunos de los de aquí presentes no morirán sin haber visto primero que el Reino de Dios ha llegado ya con todo su poder.” (Marcos 8, 34 – 9,1).
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Los que lloran, son los que tienen valor ante el sufrimiento, el dolor, el fracaso. Saben llevar la Cruz de la vida con generosidad, con entereza. No se acobardan ante las dificultades. Reconocemos públicamente nuestra condición de pecadores y damos el paso para aceptar la acción de Dios en nuestras vidas. Marcar la señal de la cruz en nuestra frente nos recuerda quiénes somos, y qué pudiéramos hacer para darle a Dios lo que es de Dios. El ideal: Actuar y vivir, como hombres y mujeres de fe. “Sólo un corazón limpio, puede saber lo que Dios quiere de ti”.
La prueba que Dios nos ama es que,
siendo pecadores, Cristo murió por nosotros… (Romanos 5,8) Dios no podía
darnos una señal o un signo mejor de su amor que la Cruz de Cristo. Quien
pretenda entender su propia vida, debe necesariamente contemplarla desde el madero
de la Cruz. La fe está allí, en Aquel que murió por nosotros…
La vida es un don y una gracia de Dios, únicamente se entiende desde el misterio de la fe. Es tan importante tener un concepto claro de la resurrección del Señor, de la ascensión del Señor, de que él está sentado a la derecha del Padre.
El Papa emérito Benedicto XVI
plantea el tema de la Cruz como: algo grande, misterioso, elocuente, una
necesidad, un distintivo de pertenencia. °°° La Cruz se convierte en el en el
símbolo más elocuente de la esperanza que el mundo haya visto jamás. Habla a
todos los que sufren. °°° La Cruz, Habla de esperanza, habla de amor, habla de
la victoria de la no violencia sobre la opresión, habla de Dios que ensalza a
los humildes, da fuerza a los débiles, logra superar las divisiones y vencer el
odio con el amor.” (cfr. Homilía, 5 de junio 2010).