La paradoja del Maestro de Nazareth es que Dios Padre se ha mostrado a quienes asumen la actitud de niños y no a los sabios y entendidos, caracterizados por su autosuficiencia y méritos propios. El mismo Maestro alaba y bendice a su Padre celestial porque supo ocultar su espectacular mensaje a los sabios e inteligentes. (cfr. Mateo 11,25).
El Salvador del mundo nos propone encontrar la diferencia entre la decisión de comportarse como niños o ser como niños. Existe una gran diferencia y por ende el ser implica la sencillez, la humildad, la confianza en Dios, el ser un buen escucha de los consejos del creador.
El Papa Francisco piensa que debemos ser como niños y de esa misma forma hablarle a Dios con toda libertad: “Nos quiere sencillos, humildes y sinceros. Que cuando estemos felices, se lo digamos. Que cuando nos enojemos, se lo digamos. Que cuando no entendamos algo, se lo digamos. Él quiere ser realmente el amigo del alma en quien podamos confiar en todo momento.” (Discurso 6 de octubre 2017).
Jesucristo inicia su ministerio proclamando el Reino de Dios, llamando a unos discípulos para que anuncien ese Reino, y le coloca el sello primordial a ese Reino. Humildad y sencillez de corazón. El creerse muy inteligentes, ya es un obstáculo para entender el Reino de Dios
Los niños son para Jesús el
ejemplo por excelencia de ese ser pequeño ante Dios que es necesario para poder
pasar por el "ojo de una aguja", a lo que hace referencia el
relato del joven rico en el pasaje que sigue inmediatamente después. Poco antes
había ocurrido el episodio en el que Jesús reaccionó a la discusión sobre quién
era el más importante entre los discípulos poniendo en medio a un niño, y
abrazándole dijo: "El que acoge a un niño como éste en mi nombre, me acoge
a mí". Jesús se identifica con el niño, Él mismo se ha hecho pequeño. Como
Hijo, no hace nada por sí mismo, sino que actúa totalmente a partir del Padre y
de cara a Él. (Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, segunda parte, p. 7).