¿No os acordáis de cuando partí los cinco panes para los 5.000? ¿Cuántos canastos llenos de trozos recogisteis?» «Doce», le dicen. «Y cuando partí los siete entre los cuatro mil, ¿cuántas canastas llenas de trozos recogisteis?» Le dicen: «Siete». Y continuó: «¿Aún no entendéis?» Marcos 8, 14-21
El hombre no ve lo que Dios ve;
el hombre ve las apariencias, y Dios ve el corazón". (cfr. 1 Samuel
16, 7). No podemos caer en la tentación de ser “Cizaña” para la sociedad o para
la misma Iglesia. Cuando se trata de
cumplir con una misión. Cada persona debe estar preparada para vivir los
acontecimientos en favor o en contra de dicha misión. No siempre se puede
confiar en las personas. No todas las personas están de acuerdo con nuestra
manera de ser. Hay personas que utilizan a otras personas, en aras de una
misión evangelizadora. Existen personas que se disfrazan muy bien en su
hipocresía, creando el ambiente de una bondad y una santidad de vida
aparentada.
Si se trata de salvar la misión, inevitablemente hay que enfrentar al enemigo de la misión, y ese enemigo, se llama: Levadura, hipocresía, apariencia. . Detrás de ese nombre está la mentira, hipocresía, falsedad, persecución, odio, venganza, etc.
El
Papa Francisco piensa que la hipocresía pone en riesgo la unidad de la Iglesia.
La gran recomendación es: "no tener miedo a la verdad ni ocultarnos detrás
de una máscara"
ya que esto "no nos permite ser nosotros mismos". El virus de la
hipocresía se difunde fácilmente. “Se prefiere fingir en vez de ser uno mismo.
Fingir impide la valentía de decir abiertamente la verdad y así se escapa
fácilmente a la obligación de decirla siempre, sea donde sea y a pesar de todo.
En un ambiente donde las relaciones interpersonales son vividas bajo la bandera
del formalismo, se difunde fácilmente el virus de la hipocresía” (Audiencia, 25
de agosto, 2021).