23 de febrero de 2022

HAY QUE APRENDER A ESCUCHAR A LOS DEMÁS. Evangelio Miércoles 23 de Febrero 2022

«HAY QUE APRENDER A ESCUCHAR A LOS DEMÁS.
Evangelio miércoles 23 de febrero 2022
Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
«Dijo Juan a su Maestro: hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros.» Pero Jesús dijo: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros.»

(Marcos 9, 38-40). 

El camino correcto que enseña el Salvador del mundo, es que debemos ser prudentes antes de emitir un juicio: hay que aprender a escuchar a los demás: “Audi alteram partem”. Hay que dejarse guiar más por el Espíritu de Dios y menos por la arrogancia humana. Así se lo enseñó Moisés a Josué hijo de Nun, cuando lo reprendió diciéndole: “Tienes demasiado celo por mí °°° ojalá les diera el Señor a todos su espíritu y todos en el pueblo del Señor, fueran profetas” (cfr. Números 11,29).

            Quien pretenda tener autoridad sobre los demás, deberá hacerlo desde el servicio; con el respeto por la misión que los demás cumplen en la sociedad. Deberá convertirse en modelo y no en escándalo para los demás.  La gran propuesta del Hijo de Dios ante la misión y el uso de los poderes y carismas de casa persona, es estar más atentos a la autenticidad del bien y no a la procedencia de quien lo cumple.

Así lo entiende y explica el Papa Francisco. Jesucristo, nos llama a no pensar según las categorías de «amigo/enemigo», «nosotros/ellos», «quien está dentro/quien está fuera», «mío/tuyo», sino para ir más allá, a abrir el corazón. (Ángelus, 30 de septiembre 2018).

Dios da a cada persona gracias, cualidades, talentos, dones, inteligencia, sabiduría, habilidades; la dificultad aparece cuando muchos no saben cómo administrarlas. Algunos enloquecen, otros convierten esas cualidades en demonios destructores de ellos mismos, otros desperdician, otros se dejan llevar por las influencias de los demás, otros se duermen en los laureles, otros terminan llenos de tesoros, pero vacíos en sus vidas; otro tanto no logra el objetivo porque la soberbia no se lo permite.  

 

El método cristiano debe llevar consigo las cláusulas del maestro: hacer tanto bien, ayudar, sanar, convertir, y a la vez evangelizar con la misma Palabra a quien quiera recibirla con fe. Así lo sintió y lo experimentó el apóstol de los gentiles: “Todo lo hago por el Evangelio”. (1 Corintios 9, 23).