16 de octubre 2022. “La oración es la medicina de la fe”. Ángelus Regina Coeli, Papa Francisco. Plaza de san Pedro. Domingo 29 Tiempo Ordinario, Ciclo “C”. Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de la Liturgia de hoy se concluye con una
pregunta que preocupa a Jesús: «cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará
la fe sobre la tierra?» (Lucas 18,8). Sería como decir: cuando llegue al
final de la historia -pero, podemos pensar, también ahora, en este momento de
la vida- ¿encontraré un poco de fe en vosotros, en vuestro mundo? Es una
pregunta seria. Imaginemos que el Señor llega hoy a la tierra: vería,
lamentablemente, muchas guerras, mucha pobreza, muchas desigualdades, y al
mismo tiempo grandes conquistas de la técnica, medios modernos y gente que va
siempre deprisa, sin detenerse nunca;
¿pero encontraría quien le dedique tiempo
y afecto, quien lo ponga en el primer lugar? Y sobre todo preguntémonos: ¿Qué encontraría en mí, si el Señor hoy viniera, ¿Qué encontraría en mí, en mi vida,
en mi corazón? ¿Qué prioridades de mi vida vería?
Nosotros, a menudo, nos concentramos sobre muchas cosas
urgentes, pero no necesarias, nos ocupamos y nos preocupamos de muchas
realidades secundarias; y quizá, sin darnos cuenta, descuidamos lo que más
cuenta y dejamos que nuestro amor por Dios se vaya enfriando, se enfríe poco a
poco. Hoy Jesús nos ofrece el remedio para calentar una fe tibia. ¿Y cuál es el
remedio? La oración.
La oración es la medicina de la fe, el
reconstituyente del alma. Pero es necesario que sea una oración constante. Si
tenemos que seguir una cura para estar mejor, es importarte cumplirla bien,
tomar los medicamentos en la forma correcta y a su debido tiempo, con
constancia y regularidad. En todo en la vida hay necesidad de esto. Pensemos en
una planta que tenemos en casa: tenemos que nutrirla con constancia cada día,
¡no podemos empaparla y después dejarla sin agua durante semanas!
Con mayor
razón para la oración: no se puede vivir solo de momentos fuertes o de
encuentros intensos de vez en cuando para después “entrar en letargo”.
Nuestra fe se secará. Necesita el agua cotidiana de la oración, necesita de un
tiempo dedicado a Dios, de forma que Él pueda entrar en nuestro tiempo, en
nuestra historia; de momentos constantes en los que abrimos el corazón, para
que Él pueda derramar en nosotros cada día amor, paz, gloria, fuerza,
esperanza; es decir nutrir nuestra fe.
Por esto Jesús hoy habla a sus discípulos– ¡a todos, no solo
a algunos! – «era preciso orar siempre sin desfallecer» (v. 1). Pero alguno
podría objetar: “¿Pero yo cómo hago? ¡No vivo en un convento, no tengo tiempo
para rezar!” Nos puede ayudar, quizá, en esta dificultad, que es real, una
sabia práctica espiritual, que hoy está un poco olvidada, que nuestros mayores
conocen bien, especialmente las abuelas: la de las llamadas jaculatorias. El
nombre está algo en desuso, pero la sustancia es buena.
¿De qué se trata? De
oraciones muy breves, fáciles de memorizar, que podemos repetir a menudo
durante el día, durante las diversas actividades, para estar “en sintonía” con
el Señor. Hagamos algún ejemplo. Nada más levantarnos podemos decir: “Señor, te
doy las gracias y te ofrezco este día”; esta es una pequeña oración; después,
antes de una actividad, podemos repetir: “Ven, Espíritu Santo”; y entre una
cosa y la otra rezar así: “Jesús, confío en ti, Jesús, te amo”. Pequeñas
oraciones pero que nos mantienen en contacto con el Señor. ¡Cuántas veces
mandamos “mensajes” a las personas a las que queremos! Hagámoslo también con el
Señor, para que el corazón permanezca conectado a Él. Y no nos olvidemos de
leer sus respuestas.
El Señor responde, siempre. ¿Dónde las encontramos? En el
Evangelio, que hay que tenerlo siempre a mano y abrir cada día algunas veces,
para recibir una Palabra de vida dirigida a nosotros.
Y volvemos a ese consejo que os he dado tantas veces: llevad
un pequeño Evangelio de bolsillo, en el bolsillo, en el bolso, y así cuando
tengáis un minuto abrid y leed algo, y el Señor responderá.
La Virgen María, fiel en la escucha, nos enseñe el arte de
rezar siempre, sin cansarnos. Fuente e Imagen de Vatican. Va. Copyright.