Evangelio Viernes
21 de octubre 2022
Padre, Jairo Yate
Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
Dice el Santo
Evangelio: “El Maestro exclamó: Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la
tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has
revelado a la gente sencilla. Si Padre, así te ha parecido mejor. Todo me lo ha
entregado mi Padre, y nadie conoce al hijo más que el Padre, y nadie conoce al
Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo de lo quiera revelar.” °°° Mateo
11, 25-30.
¿Dónde puede estar la verdadera
grandeza de un creyente? La forma más sencilla y humilde es la eficaz para ser
un buen discípulo, un buen proclamador de la Buena Nueva, un buen servidor
del Maestro, un excelente consagrado, una maestra de misión en América Latina,
servidora de la verdad y de la luz del Evangelio, como lo supo hacer Santa
Laura Montoya, Virgen y Fundadora. Una santa ejemplo, para Colombia, para
América, para la Iglesia Católica. Fundadora de la congregación de las
misioneras de María Inmaculada y de Santa Catalina de Siena.
El Papa Francisco describió perfectamente
el ser y el espíritu de Santa Laura como un excelente instrumento de
evangelización, según los deseos del Maestro de Nazareth: “«Ruego por los
que creerán en mí por la palabra de ellos, para que sean uno, como tú, Padre,
en mí y yo en ti, que ellos también lo sean en nosotros» (Juan 17,20). Sigue
explicando el santo Padre: “En su obra de evangelización Madre Laura se hizo
verdaderamente toda a todos, según la expresión de san Pablo (cfr. 1 Corintios
9,22). También hoy sus hijas espirituales viven y llevan el Evangelio a los
lugares más recónditos y necesitados, como una especie de vanguardia de la
Iglesia.
Esta primera santa
nacida en la hermosa tierra colombiana nos enseña a ser generosos con Dios,
a no vivir la fe solitariamente —como si fuera posible vivir la fe
aisladamente—, sino a comunicarla, a irradiar la alegría del Evangelio con la
palabra y el testimonio de vida allá donde nos encontremos.” (cfr. Homilía,
plaza de san Pedro, 12 de mayo 2013).
La pequeñez y la humildad son virtudes muy cotizadas en el Evangelio. Hay que aprender a valorar tantas
actividades, pequeñas y silenciosas, frente a tantas noticias, grandiosas en
apariencia. Hay que aprender a darle gracias a Dios por reservar lo grande y lo
maravilloso a la gente humilde y sencilla.
El Papa emérito destaca el himno
en que Jesús alaba la revelación a los pequeños. es la culminación de un camino
de oración en el que surge claramente la profunda e íntima comunión de
Jesús con la vida del Padre en el Espíritu Santo, y se manifiesta su filiación
divina. Jesús se dirige a Dios llamándole “Padre” (cfr. Audiencia, 7 de
diciembre, 2011).
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