LA GLORIA DE DIOS ES CERCANÍA CON SUS DISCÍPULOS
Evangelio lunes 8 de mayo 2023
Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
“Dijo Jesús a sus discípulos: «El que acepta mis mandamientos y los guarda, ese me ama; al que me ama será amado mi Padre, y yo también lo amaré y me manifestaré a él». Le dijo Judas, no el Iscariote: «Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al mundo?» Respondió Jesús y le dijo:
«El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él. El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.” °°° Juan 14, 21-26.
La glorificación del Hijo de Dios crea una profunda cercanía con sus discípulos. Mientras los apóstoles, entre comillas, creen que no volverán a ver a su Maestro, están nostálgicos por su partida, no entienden muchas frases cortas y sueltas que su Maestro les dice. El resultado es todo lo contrario.
La
partida del Salvador no es abandono, no es soledad, no es decir y ahora qué
vamos a hacer. La respuesta la tiene Jesucristo. La primera: Quien ama a Dios guarda su Palabra y vive en comunión
con Dios. (Juan 14, 23). La segunda:
La mejor guía para un discípulo es el Espíritu Santo. Él tendrá la función de
enseñar y de recordar todo. (Juan 14, 26).
La tercera: un regalo excepcional de Dios para con todos aquellos que le siguen, es el don de la paz. Es ese modelo de paz, que no se compara con la que pueda ofrecer el mundo. (Juan 14, 27). La cuarta: El don de la alegría. Precisamente la alegría es un valor, es una virtud, es un don del Espíritu Santo. Jesucristo ofrece la alegría a sus discípulos. (Juan 14, 28). San Juan Pablo II, al inicio de su pontificado decía: “No tengan miedo, salgan con alegría a anunciar el Evangelio”.
El apóstol san Pedro recomienda glorificar a Dios en el corazón y estar siempre prontos para dar razón de nuestra esperanza, a todo el que nos lo pida. E incluso, indica la forma de hacerlo: con mansedumbre, respeto y buena conciencia. Mejor es padecer haciendo el bien, que padecer haciendo el mal. (cfr. 1 de Pedro 3, 15-18).
El Papa Benedicto XVI parodiando el mensaje del Nazareno, lo aplica a la Virgen María diciendo: El Evangelio nos ofrece un retrato espiritual implícito de la Virgen María, donde Jesús dice: "Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos morada en él". Estas expresiones van dirigidas a los discípulos, pero se pueden aplicar en sumo grado precisamente a aquella que es la primera y perfecta discípula de Jesús.
En efecto, María fue la primera que guardó plenamente la palabra de su Hijo, demostrando así que lo amaba no sólo como madre, sino antes aún como sierva humilde y obediente; por esto Dios Padre la amó y en ella puso su morada la Santísima Trinidad. (cfr. Homilía, 9 de mayo, 2010).
SI DESEAS ESCUCHAR EL AUDIO DE ESTA REFLEXIÓN HAZ CLICK AQUÍ
https://youtu.be/4pmFAghGO2A
La tercera: un regalo excepcional de Dios para con todos aquellos que le siguen, es el don de la paz. Es ese modelo de paz, que no se compara con la que pueda ofrecer el mundo. (Juan 14, 27). La cuarta: El don de la alegría. Precisamente la alegría es un valor, es una virtud, es un don del Espíritu Santo. Jesucristo ofrece la alegría a sus discípulos. (Juan 14, 28). San Juan Pablo II, al inicio de su pontificado decía: “No tengan miedo, salgan con alegría a anunciar el Evangelio”.
El apóstol san Pedro recomienda glorificar a Dios en el corazón y estar siempre prontos para dar razón de nuestra esperanza, a todo el que nos lo pida. E incluso, indica la forma de hacerlo: con mansedumbre, respeto y buena conciencia. Mejor es padecer haciendo el bien, que padecer haciendo el mal. (cfr. 1 de Pedro 3, 15-18).
El Papa Benedicto XVI parodiando el mensaje del Nazareno, lo aplica a la Virgen María diciendo: El Evangelio nos ofrece un retrato espiritual implícito de la Virgen María, donde Jesús dice: "Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos morada en él". Estas expresiones van dirigidas a los discípulos, pero se pueden aplicar en sumo grado precisamente a aquella que es la primera y perfecta discípula de Jesús.
En efecto, María fue la primera que guardó plenamente la palabra de su Hijo, demostrando así que lo amaba no sólo como madre, sino antes aún como sierva humilde y obediente; por esto Dios Padre la amó y en ella puso su morada la Santísima Trinidad. (cfr. Homilía, 9 de mayo, 2010).
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