31 de mayo 2023. Lo que une a la gente es el testimonio de coherencia. Audiencia Papa Francisco. Plaza de san Pedro. ¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
Nosotros
seguimos reflexionando en estas catequesis sobre el celo apostólico, es decir
lo que siente el cristiano para llevar adelante el anuncio de Jesucristo.
Originario
de Macerata, en Las Marcas, después de haber estudiado en las escuelas de los
jesuitas y haber entrado él mismo en la Compañía de Jesús en Roma, entusiasmado
por los informes de los misioneros, como muchos otros jóvenes compañeros suyos,
pidió ser enviado a las misiones en Extremo Oriente. Después del intento de
Francisco Javier, otros veinticinco jesuitas habían intentado inútilmente
entrar en China.
Pero Ricci
y su hermano se preparan muy bien, estudiando cuidadosamente la lengua y las
costumbres chinas, y al final lograron establecerse en el sur del país.
Fueron necesarios dieciocho años, con cuatro
etapas a través de cuatro ciudades diferentes, antes de llegar a Pekín. Con constancia y paciencia,
animado por una fe inquebrantable, Mateo Ricci pudo superar dificultades y
peligros, desconfianzas y oposiciones. Piensa en esa época, caminando,
cabalgando, tantas distancias. Siguió adelante.
Pero, ¿cuál era el secreto de Mateo Ricci? ¿A qué camino le empujó el celo apostólico?
Él siguió
siempre el camino del diálogo y de la
amistad con todas las personas que encontraba, y esto le abrió muchas
puertas para el anuncio de la fe cristiana. Su primera obra en lengua china fue
precisamente un tratado Sobre la amistad, que tuvo gran resonancia.
Para entrar
en la cultura y en la vida china en un primer momento se vestía como los bonzos
budistas, pero después entendió que la mejor forma era la de asumir el estilo
de vida y los vestidos de los literatos. Estudió
de forma profunda sus textos clásicos, para poder presentar el cristianismo en
diálogo positivo con su sabiduría confuciana y con los usos y las
costumbres de la sociedad china.
Y esto se
llama actitud de inculturación. De forma análoga, en los primeros siglos de la
Iglesia, los Padres habían sabido “inculturar” la fe cristiana en diálogo con
la cultura griega.
Su óptima preparación científica suscitaba
interés y admiración por parte de los hombres cultos, empezando por su famoso
mapamundi, el mapa
del mundo entero entonces conocido, con los diferentes continentes, que revela
a los chinos por primera vez una realidad exterior a China más amplia de lo que
hubieran imaginado. Les hace darse cuenta de que el mundo es más grande que
China.
Ellos
entendieron porque eran muy inteligentes. Pero también los conocimientos
matemáticos y astronómicos de Ricci y de los misioneros seguidores suyos
contribuyeron a un encuentro fecundo entre la cultura y la ciencia de occidente
y de oriente, que vivirá entonces uno de sus tiempos más felices, en el signo
del diálogo y la amistad.
De hecho,
la obra de Mateo Ricci nunca hubiera sido posible sin la colaboración de sus
grandes amigos chinos, como los famosos “Doctor Pablo” (Xu Guangqi) y “Doctor
León” (Li Zhizao).
Sin
embargo, la fama de Ricci como hombre de ciencia no debe oscurecer la
motivación más profunda de todos sus esfuerzos: el anuncio del Evangelio. Siguió adelante y dio testimonio de su fe
dialogando con hombres de ciencia. La credibilidad obtenida con el diálogo
científico le daba autoridad para proponer la verdad de la fe y de la moral
cristiana, de la que él habla de forma profunda en sus principales obras
chinas, como El verdadero significado del Señor del Cielo.
Además de
la doctrina, son su testimonio de vida religiosa, de virtud y de oración. Estos
misioneros rezaban, iban a predicar, hacían movimientos políticos, de todo,
pero rezaban. Eso es lo que alimenta la
vida misionera: una vida de caridad, humildad y de total desinterés por honores
y riquezas, que inducen a muchos de sus discípulos y amigos chinos a acoger
la fe católica.
Porque veían a un hombre tan inteligente, tan
sabio y tan hábil en el buen sentido de la palabra para hacer las cosas, y tan
creyente, decían: "lo que predica es verdad", porque es una personalidad que da
testimonio y atestigua con su propia vida lo que proclama. Esta es la
coherencia de los evangelizadores. Y esto aplica para todos los cristianos, ya
que todos somos evangelizadores.
Puedo decir
el credo de memoria y puedo expresar todas las cosas que creemos, pero si mi
vida no es coherente con eso, no sirve de nada. Lo que une a la gente es el testimonio de coherencia. Los cristianos vivimos lo que decimos.
No debemos simular vivir como cristianos y luego vivir como mundanos. Tengan
cuidado con eso. Observen a estos misioneros. Este es un italiano. Observen a
estos grandes misioneros y vean que la mayor fuerza es la coherencia. ¡Son
coherentes!
En los
últimos días de su vida, a quien estaba más cerca de él y le preguntaba cómo se
sentía, «respondió que estaba pensando en ese momento si era más grande la
alegría y la felicidad que sentía interiormente por la idea de que estaba cerca
su viaje para ir a gustar a Dios, o la tristeza que le podía causar el dejar a
los compañeros de toda la misión que amaba mucho, y el servicio que aún podía
hacer a Dios Nuestro Señor en esta misión» (S. De Ursis, Relación sobre M.
Ricci, Archivo Histórico Romano S.I.). Es la misma actitud testimoniada por el
apóstol Pablo (cfr Fil 1,22-24), síntesis de amor de Dios y de celo misionero.
Matteo Ricci murió en Pekín en 1610, a los 57
años, consumado por las fatigas de la misión. El
espíritu y el método misionero de Mateo Ricci constituyen un modelo vivo y
actual. Su amor por el pueblo chino, es un modelo.
Pero ese es
un camino muy actual, es el testimonio de su vida como cristiano. Llevó el
cristianismo a China. Es grande porque
es un gran científico, es grande porque es valiente, es grande porque ha
escrito tantos libros, pero sobre todo, es grande porque ha sido coherente con
su vocación y su deseo de seguir a Jesucristo. Hermanos y hermanas,
preguntémonos: ¿soy coherente o soy de esta forma o de aquella? Fuente:
Aciprensa. Com Imagen de Vatican. Va.
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