Evangelio sábado 24 de febrero
2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
“Jesús dijo
a sus discípulos:
Ustedes han
oído que se dijo: «Amarás a tu prójimo» y odiarás a tu enemigo. Pero Yo les
digo: Amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores; así serán hijos del
Padre que está en el cielo, porque Él hace salir el sol sobre malos y buenos y
hace caer la lluvia sobre justos e injustos.
¿No hacen
lo mismo los publicanos? Y si saludan solamente a sus hermanos, ¿Qué hacen de
extraordinario? ¿No hacen lo mismo los paganos? Por lo tanto, sean perfectos
como es perfecto el Padre que está en el cielo.” Mateo 5, 43-48
Caminar
hacia la perfección es el reto divino para que hombres y mujeres puedan superar
la mezquindad, el odio, la envidia, la discriminación, el juicio contra los
demás y logren entender que solo la vivencia del amor sin barreras, es la
voluntad del Padre celestial. Ser perfecto es la propuesta de Dios. Parece
extraño decirle a alguien sea perfecto, cuando la sociedad entiende que somos
muy imperfectos.
¿Dónde
logra sentido esta propuesta? En la toma de conciencia que para Dios no es
convincente vivir una religión de acuerdo a la conveniencia de cada persona. Es
más complicado para un ser humano, vivir su religión, hablando, viviendo y
actuando con que lo que implica sacrificio, humildad, sentido común, etc.
No
es fácil que una conciencia entienda los siguientes presupuestos: Amar a
los enemigos, perdonar 70 veces siete, no juzgar, no condenar, no ser piedra de
tropiezo para los demás, Dios envía la lluvia y el sol para justos e injustos.
Los publicanos o cobradores de impuestos, no eran buen ejemplo para la
sociedad. Explotar a los demás y tratar de vivir una religión no es compatible.
El Papa Francisco afirma que somos cristianos,
pero nos comportamos como paganos. (cfr. Homilía, 5 de octubre, 2018). Dios propone “sean perfectos” para
que logremos vivir la limpieza de una religión.
El
Salmo 14 de la Sagrada Escritura nos recuerda: “La persona que se acostumbra a
proceder honradamente, a practicar la justicia, no hacer mal a nadie, no
difamar de nadie, no prestarse para ningún soborno; esa persona nunca fallará.”
Vivir auténticamente una religión, en una sociedad; es permitir la limpieza de
corazón, la transparencia de espíritu, centrar la fe en Dios y en su Palabra.
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