pero hasta los perros venían y le lamían las llagas. Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico y fue sepultado. Estando en el infierno entre tormentos, levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno. Y, gritando, dijo:
"Padre Abraham, ten compasión de mí y envía a Lázaro a que moje en agua la punta de su dedo y refresque mi lengua, porque estoy atormentado en esta llama". Pero Abraham le dijo: "Hijo, recuerda que recibiste tus bienes durante tu vida y Lázaro, al contrario, sus males; ahora, pues, él es aquí consolado y tú atormentado.” °°°
Cumplir con un buen objetivo tiene su límite. La historia de la salvación para una persona creyente, le propone un estilo de vida que sea agradable a Dios y útil para una sociedad. El problema aparece cuando dicha persona suspende a Dios como el centro de su vida espiritual y en su lugar está esa persona representando la soberbia, el orgullo, el poder, la autosuficiencia y en el caso más absurdo, alguna persona se cree Dios.
La alternativa que ofrece el creador y el Salvador es conservar el equilibrio en la vida humana, siendo una persona virtuosa, humilde, sencilla, con un gran sentido altruista.
La vida y la muerte conducen el pensamiento humano. Los humildes, sencillos y altruistas producen mucho en vida, enriquecen a los demás con sus dones. Al contrario, los orgullosos, no aportan nada a sus vidas ni a la sociedad. Estos últimos terminarán sus vidas lamentándose que no pudieron cumplir el objetivo, mientras tuvieron vida. Epulón y Lázaro representan dos grupos, dos formas de conducir la vida.
El punto central es saber administrar los talentos en vida. La Escritura enseña que lo que sembramos no llega a tener vida, si antes no hay muerte. (1 Corintios 15, 36).