Evangelio sábado 10 de febrero
2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
“Volvió a
reunirse una gran multitud, y como no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos
y les dijo: “Siento compasión de esta gente, porque hace tres días que están
conmigo y no tienen qué comer. Si los mando en ayunas a sus casas, van a
desfallecer en el camino, y algunos han venido de lejos”.
Los discípulos le preguntaron: “¿Cómo
se podría conseguir pan en este lugar desierto para darles de comer?” Él les
dijo: “¿Cuántos panes tienen ustedes?” Ellos respondieron: “Siete”.
Entonces Él ordenó a la multitud que
se sentara en el suelo, después tomó los siete panes, dio gracias, los partió y
los fue entregando a sus discípulos para que los distribuyeran. Ellos los
repartieron entre la multitud. Tenían, además, unos cuantos pescados pequeños,
y después de pronunciar la bendición sobre ellos, mandó que también los
repartieran. Comieron hasta saciarse.” °°° Marcos 8, 1-10
Cuando se trata de aprender a
cumplir muy bien una misión en consonancia con el Maestro de Nazareth, basta dejarse guiar por los nobles
sentimientos del Hijo de Dios. Cuatro sentimientos: Estar preocupado por
las necesidades de los demás. Practicar la caridad con nuestros recursos para
los demás. Permitir que otros participen de la obra social con los demás.
Aprender a terminar muy bien la misión. “Todo queda en orden”.
Preocuparse
por los demás, es una virtud de aquel que cree en Dios y tiene un buen sentido
altruista de lo que cree y de lo que predica. La base del cristianismo está
en el amor. Un Dios que piensa en los demás, pide a sus seguidores que vivan
según el amor que reciben del mismo Dios. (Mateo 22, 39). Aún más, si piensa en
el otro, el mismo Salvador del mundo recomienda “Amar a los enemigos”. (cfr.
Mateo 5, 44)
El Papa
Francisco nos recuerda el mandato del Evangelio, que consiste en estar al servicio de los demás,
olvidándose de sí mismo. La pregunta sería: le sirvo a los demás o me sirvo de
los demás. (cfr. Homilía, 6 de noviembre, 2015).
Practicar
la caridad con nuestros propios recursos, es un buen reto. A Jesucristo se
le ocurre que la caridad empieza en casa. La sabiduría bíblica enseña: “Quien
se apiada del necesitado, Dios siempre lo recompensará” (Proverbios 19, 17). Permitir que otros participen en la misión.
Jesucristo les propone a sus apóstoles: “distribuyan ustedes el pan”. El
egoísmo no sirve en la misión.
Los
complejos no funcionan en una misión. Una persona no debería dañarle la misión
a otra. El Maestro dice: Vayan y anuncien mi Palabra”. Se refiere a todos. Hay
que rogarle al dueño de la mies, que envíe obreros a su mies. (Mateo 9, 37).
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