EL BUEN CREYENTE HACE LO QUE DEBE HACER
Evangelio miércoles 15 de marzo 2023
Padre, Jairo Yate Ramírez. Arquidiócesis de Ibagué
“«No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o coma de la ley. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos.” Mateo 5, 17-19.
Un buen éxito en la vida espiritual de una persona bautizada es que logre el cumplimiento fiel de la ley de Dios. ¿Cómo se logra vivir de acuerdo a la ley de Dios? Siempre con la ayuda de la Gracia de Dios, del poder de Dios, de la bondad de Dios, del amor de Dios. Se supone que el punto focal de la ley de Dios es “el amor”. Bastaría con dedicarse toda la vida a cumplir ese mandato de: Amar a Dios, si lo logra, podrá amar a los demás, y encontrarás el amor a ti mismo, la auto estima.
Quien logre encontrar el buen sentido de la ley de Dios en su vida podrá exclamar como el buen discípulo de Jesucristo: “Hemos hecho lo que debíamos hacer” (Lucas 17, 10).
El buen compendio entre la ley de Dios y la Palabra que proclamaron los profetas es la regla de oro: “Trate a los demás, como le gustaría que lo trataran a usted” (Mateo 7, 12). Los deseos del Maestro de Nazareth son: Sean perfectos Mateo 5,46-48 Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué recompensa merecen? ¿No hacen lo mismo los publicanos? Acumulen tesoros en el cielo Mateo 6, 19-21
Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben. Allí donde esté tu tesoro, estará también tu corazón. No juzguen Mateo 7, 1-2. No juzguen, para no ser juzgados. Porque con el criterio con que ustedes juzguen se los juzgará, y la medida con que midan se usará para ustedes.
El Papa Francisco enseña que: Jesús revoluciona también las conciencias en el discurso de la montaña abriendo nuevos horizontes para la humanidad y revelando plenamente la lógica de Dios. La lógica del amor que no se basa en el miedo sino en la libertad, en la caridad, en el sano celo y en el deseo salvífico de Dios, Nuestro Salvador, “que quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”. “Misericordia quiero y no sacrificio”» (cfr. Homilía 15 de febrero de 2015).
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