EL DISCÍPULO HACE LA VOLUNTAD DE SU MAESTRO Evangelio viernes 28 de abril 2023
CADA DISCÍPULO HACE LA
VOLUNTAD DE SU MAESTRO Evangelio viernes 28 de
abril 2023 Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué “Discutían entre sí los judíos y decían:
¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús les dijo: En verdad, en verdad
os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no
tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida
eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y
mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en
mí, y yo en él.” °°° Juan 6, 52-59La vida cristiana consiste esencialmente en
vivir en comunión con Jesús de Nazareth. Alimentarse de Jesús de Nazareth.
Entender que la misma Palabra de Dios se convierte en comida y en bebida de
salvación. Una persona logra vivir en armonía con el Maestro cuando hace su
voluntad. Cuando toma su Cruz y lo sigue. Cuando entiende que el mejor
discípulo es aquel que está ubicado en el último lugar y es el servidor de
todos. Un discípulo hace la voluntad de su
Maestro: vive en comunión continua, lo mismo que hizo su Maestro: “Yo no
puedo hacer nada por mi propia cuenta”. El discípulo permanece con su Maestro:
“Permanezcan en mí y yo permaneceré en ustedes”. Separados del Maestro, no
podremos hacer nada, nuestro apostolado no tendrá frutos. Un buen discípulo lo
distingue su capacidad de servicio. (cfr. Colosenses 3, 22). Un buen discípulo es un excelente
administrador. (cfr. Lucas 12, 42). Un buen discípulo es una persona diligente,
aprovecha al máximo su tiempo, y se entrega generosamente a la comunidad. (cfr.
Proverbios 13, 4). El buen discípulo goza de un corazón compasivo. (cfr. Mateo
11, 28-30). Un buen discípulo se vale permanentemente de la Palabra de su
Maestro. (cfr. II Timoteo 2, 15). El Papa Francisco enseña que la Eucaristía
que Jesús de Nazareth nos deja, tiene una finalidad precisa: que nosotros
podamos convertirnos en una sola una realidad con Él. De hecho, dice: «El
que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él» (Juan 6, 56). Ese
«habitar»: Jesús en nosotros y nosotros en Jesús. La comunión es asimilación: comiéndole a
Él, nos hacemos como Él. Pero esto requiere nuestro «sí», nuestra adhesión de
fe. Nutrirnos de Él y vivir en Él mediante la Comunión eucarística, si lo hacemos con fe, transforma nuestra
vida, la transforma en un don a Dios y a los hermanos. Nutrirnos de ese «Pan de
vida» significa entrar en sintonía con el corazón de Cristo, asimilar sus
elecciones, sus pensamientos, sus comportamientos. Significa entrar en un dinamismo de amor
y convertirse en personas de paz, personas de perdón, de reconciliación, de
compartir solidario. Lo mismo que hizo Jesús. (cfr. Ángelus, 16 de agosto,
2015). SI
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