12 de abril 2023. Catequesis. La pasión por la evangelización: el celo apostólico del creyente 10. Los testigos: San Pablo 2 Audiencia general. Papa Francisco, Plaza de san Pedro. “No hay anuncio sin movimiento”.
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En virtud
de su propia experiencia, Pablo no ignora el
peligro de un celo distorsionado, orientado en una dirección equivocada; en
este peligro había caído él mismo antes de su caída providencial en el camino
de Damasco. A veces tenemos que lidiar con una preocupación mal orientada,
obstinada en la observancia de normas
puramente humanas y obsoletas para la comunidad cristiana. «El celo –
escribe el Apóstol – que ésos muestran por vosotros no es bueno» (Gálatas
4,17).
No podemos
ignorar la preocupación con la que algunos se dedican a ocupaciones equivocadas también en la misma comunidad cristiana; se
puede presumir de un falso impulso evangélico mientras se está persiguiendo en
realidad la vanagloria o las propias convicciones o un poco el amor de uno
mismo.
Por esto
nos preguntamos: ¿cuáles son las
características del celo evangélico verdadero según Pablo? Para esto, me
parece útil el texto que hemos escuchado al inicio, una lista de “armas” que el
Apóstol indica para la batalla espiritual. Entre estas está la prontitud para propagar el Evangelio,
traducida por algunos como “celo” —esta persona es un celante en el llevar
adelante estas ideas, estas cosas—, e indicada como un “calzado”.
¿Por qué?
¿Por qué el impulso por el Evangelio está vinculado a lo que se pone en los
pies? Esta metáfora hace referencia a un texto del profeta Isaías, que dice
así: «¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la
paz, que trae buenas nuevas, que anuncia salvación, que dice a Sión: “Ya reina
tu Dios”!» (52,7).
También aquí
encontramos la referencia a los pies de un anunciador de buenas noticias. ¿Por
qué? Porque quien va a anunciar debe
moverse, ¡debe caminar! Pero notamos también que Pablo, en ese texto, habla
del calzado como parte de una armadura, según la analogía del equipamiento de
un soldado que va a la batalla: en los combates era fundamental tener
estabilidad de apoyo, para evitar las insidias del terreno, porque a menudo el
adversario llenaba de trampas en el campo de batalla, y para tener la fuerza
necesaria para correr y moverse en la dirección adecuada. Por esto, el calzado es para correr y evitar todas estas cosas del adversario.
El celo evangélico es el apoyo en el que se
basa el anuncio, y los anunciadores son un poco como los pies del cuerpo de
Cristo que es la Iglesia. No hay anuncio sin movimiento,
sin “salida”, sin iniciativa. Esto quiere decir que no hay cristiano si no en camino, no es un cristiano si el
cristiano no sale de sí mismo para ponerse en camino y llevar un anuncio. No
hay anuncio sin movimiento, sin camino.
No
se anuncia el Evangelio parados, encerrados en una oficina, en el escritorio o
en el ordenador haciendo polémicas como “leones de teclado” y sustituyendo
la creatividad del anuncio con el corta y pega de ideas cogidas aquí y allí. El
Evangelio se anuncia moviéndose, caminando, yendo.
El término
usado por Pablo, para indicar el calzado de quien lleva el Evangelio, es una
palabra griega que denota prontitud, preparación, alacridad. Es lo contrario de
la dejadez, incompatible con el amor. De hecho, en otra parte Pablo dice: «con un celo sin negligencia; con espíritu
fervoroso; sirviendo al Señor» (Romanos 12,11). Esta actitud era lo que se
pedía en el Libro del Éxodo para celebrar el sacrificio de la liberación
pascual: «Así lo habéis de comer: ceñidas vuestras cinturas, calzados vuestros
pies, y el bastón en vuestra mano; y lo comeréis deprisa. Es Pascua de Yahveh.
Yo pasaré esta noche» (12,11-12a).
Un
anunciador está preparado para partir, y sabe que el Señor pasa de forma
sorprendente; por tanto, debe estar libre de esquemas y predispuesto a una
acción inesperada y nueva: preparado para las sorpresas. Quien anuncia el Evangelio no puede estar fosilizado en jaulas de
plausibilidad o en el “siempre se ha hecho así”, sino que debe estar
preparado para seguir una sabiduría que no es de este mundo, como dice Pablo
hablando de sí mismo: «Y mi palabra y mi predicación no tuvieron nada de los
persuasivos discursos de la sabiduría, sino que fueron una demostración del
Espíritu y del poder para que vuestra fe se fundase, no en sabiduría de hombres, sino en el poder de Dios» (1 Corintios
2,4-5).
Pues bien,
hermanos y hermanas, es importante tener esta prontitud a la novedad del
Evangelio, esta actitud que es un impulso, un tomar la iniciativa, un ir el
primero. Es un no dejarse escapar las
ocasiones para promulgar el anuncio del Evangelio de paz, esa paz que
Cristo sabe dar más y mejor de como la da el mundo. Y por esto os exhorto a ser evangelizadores
que se mueven, sin miedo, que van adelante, para llevar la belleza de Jesús,
para llevar la novedad de Jesús que cambia todo.
“Sí, Padre, cambia el
calendario, porque ahora nosotros contamos los años antes de Jesús…” – “Pero
también, cambia el corazón: ¿y tú estás dispuesto a dejar que Jesús te cambie
el corazón? ¿O tú eres un cristiano tibio, que no se mueve? Piensa un poco: ¿tú
eres un entusiasta de Jesús, vas adelante? Piensa un poco… Fuente e
Imagen de Vatican. Va Copyright