EL DISCÍPULO ASUME EL DESTINO DE SU MAESTRO Evangelio jueves 26 de octubre 2023
EL DISCÍPULO ASUME EL
DESTINO DE SU MAESTRO
Evangelio jueves 26 de
octubre 2023
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
“Dijo Jesús a sus discípulos: He venido
a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡Cuánto desearía que ya estuviera
encendido! Con un bautismo tengo que ser bautizado y ¡qué angustiado estoy
hasta que se cumpla! ¿Creéis que estoy aquí para dar paz a la tierra?No, os lo aseguro, sino división. Porque
desde ahora habrá cinco en una casa y estarán divididos; tres contra dos, y dos
contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el
padre; la madre contra la hija y la hija contra la madre; la suegra contra la
nuera y la nuera contra la suegra.” Lucas 12, 49-53.
Un
buen creyente, un buen discípulo, un excelente bautizado, guarda una relación
profunda con su Maestro. En otras palabras: El discípulo corre los riesgos de su Maestro, y se beneficia de las
gracias y los poderes de su Maestro. El lenguaje expresivo de Jesús de
Nazareth puede parecer contradictorio por el uso de las palabras que quizás
significan momentos fuertes en la vida de una persona o una sociedad. No es
así. Hablar de fuego y agua tienen su lógica y soporte en la historia de la
salvación de la humanidad.
El fuego nos puede ubicar como el signo
purificador que viene de Dios. El fuego produce el efecto de sanar,
purificar, tomar la decisión indicada. Por ejemplo: La Escritura propone que si
queremos guardar los mandatos de Dios debemos tener en cuenta fuego y agua,
debemos elegir y cumplir con la voluntad de Dios. (cfr. Eclesiástico 15, 15).
San Juan bautista advierte que Jesucristo nos va a bautizar con el Espíritu
Santo y fuego. (cfr. Mateo 3, 12).
El Salvador del
mundo enriquece a sus apóstoles con los dones del Espíritu Santo, que aparecen
como lenguas de fuego, llamaradas de fuego que se posan sobre cada uno de
ellos. (cfr. Hechos 2, 1). El Papa
Francisco recuerda que en Pentecostés nace la Iglesia misionera y ardorosa,
lanzada a llevar el calor divino, el fuego a todos los lugares del mundo.
Siempre tendremos la tentación de volver al Cenáculo y a cerrar la puerta,
especialmente cuando fuera soplan vientos de contradicción. (cfr. Homilía, 26
de mayo, 2020).
El agua siempre ha sido un elemento
purificador. Dios le da plenitud a su obra y la convierte en fundamento de
su Reino, esperanza para el futuro de la humanidad. Todos los que quieran
participar de su Reino y servir en su Reino, deberán nacer del agua y del Espíritu Santo. (Juan 3, 1-6).
Jesucristo
es el agua viva para la humanidad. Dice el escrito sagrado: “«El
que beba de esta agua volverá a tener sed, pero el que beba del agua que yo le
daré nunca volverá a tener sed.” (cfr. Juan 4, 1-42). El Papa Francisco dice que la fe no es agua que apaga, sino fuego que
arde. (cfr. Homilía, 29 de noviembre, 2020).
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