Evangelio miércoles 10 de abril
2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
“Dijo
Jesús: Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que
cree en Él no muera, sino que tenga Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo
para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él. El que cree en Él
no es condenado, el que no cree ya está condenado, porque no ha creído en el
Nombre del Hijo único de Dios.
En esto consiste el juicio: la luz
vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus
obras eran malas. Todo el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por
temor de que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la
verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus obras han
sido hechas en Dios.” Juan 3, 16-21
El
deseo de Dios es que todos los hombres y mujeres se salven. Un requisito
fundamental es que cada persona bautizada acepte a Jesucristo como su único
Salvador por medio de la fe. No se entiende la salvación, si no está de por
medio la fe. Se podría decir que la fe es un requisito Sine qua non para poder
gozar de la salvación que viene única y exclusivamente de Dios.
El
Padre celestial, inició un proceso de salvación a través de los patriarcas,
después a través de los profetas, y por último dice la Sagrada Escritura, envió
a su Hijo único, para que Él se encargara de comunicar los planes de su
Padre celestial. El mismo Hijo como
Palabra eterna del Padre, es anunciado en su venida, y no lo hace de un momento
a otro, sino que prepara la comunidad 800 años antes con el profeta Isaías,
hasta que llega el momento especial. El profeta anuncia que el niño que va a
nacer será el Emmanuel o Dios con nosotros. (cfr. Isaías 7, 14-15). El Profeta
Miqueas nos indica el lugar donde nacerá el salvador, en Belén (Miqueas 5,
1-2).
Dios
vino a salvar el mundo. Dios no condena a nadie. Lo que se le ocurrió a Dios
fue abrir un plan de salvación. Dicho plan supone aceptar al Maestro como
único salvador y lo será a través de las obras buenas. La Escritura llama obras
de la luz, vivir según la luz.
El cuarto
Evangelio tiene toda la razón en advertir que cada persona elige en su salvación
o en su condenación. Si elige la salvación, camina según las obras de la luz.
Es cierto que la salvación viene de Dios y es gratuita, pero también es cierto
que, si no logramos traducir nuestra fe en buenas obras, la misma fe se
convierte en algo inútil.
El Papa
Francisco nos recuerda que: La Cruz de Cristo es la prueba suprema del amor de
Dios por nosotros: Jesús no ha amado “hasta el extremo”, es decir, no solo
hasta el último instante de su vida terrena, sino hasta el extremo límite del
amor.” (cfr. Ángelus, 15 de marzo, 2015).
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