Evangelio martes 9 de abril 2024
Padre, Jairo Yate Ramírez.
Arquidiócesis de Ibagué
Jesús le
respondió: “¿Tú, que eres maestro en Israel, no sabes estas cosas?
Te aseguro que nosotros hablamos de
lo que sabemos y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no
aceptan nuestro testimonio. Si no creen cuando les hablo de las cosas de la
tierra, ¿cómo creerán cuando les hable de las cosas del cielo? °°° Juan 3,
7b-15.
Para
poder vivir y gozar de los dones y gracias de Dios, se hace necesario cumplir
con una serie de condiciones que propone el Maestro. La primera es nacer de
nuevo. El bautismo como sacramento va a jugar un papel importantísimo en la
vida de cada persona. Es comenzar a sentir y a vivir de acuerdo al Espíritu de
Dios. Parece ser algo inexplicable a la inteligencia humana. Solo lo entiende
quien practica su fe: Se nace del agua y del Espíritu Santo.
Se empieza desde cero para poder llegar muy
lejos, pues el
viento sopla donde quiere. Se va madurando a lo largo de la historia, hasta que
lograr comprender entre los que viven según el Espíritu o según la carne. Los
deseos de la carne se oponen al espíritu. (Gálatas 5, 16).
La
segunda condición es: El bautismo nos indica el buen camino de un Hijo de Dios.
Nuestra Iglesia Católica enseña que: Los sacramentos están ordenados a la
santificación de los hombres, a la edificación del cuerpo de Cristo, a dar
culto a Dios. Suponen la fe, la
alimentan, la robustecen y la expresan por medio de palabras y acciones; por
esta razón se llaman sacramentos. (Sacrosantum Concilium, 59).
El
bautizado aprende lo que significa vivir una fe acompañada de las obras. (cfr.
Santiago 2, 14). El bautizado configura su vida con Jesucristo, ya no hay
diferencia, nos hacemos uno en Cristo Jesús. (cfr. Gálatas 3, 26-29). El
bautizado hace parte de la Iglesia de Jesucristo. (cfr. 1 Corintios 12, 12-13).
La
tercera condición es: Una vez que la persona conoce la vida de su Maestro,
centra su fe en Él y así prepara su vida para la eternidad. (cfr. Juan 3,
15). La Escritura nos recuerda que: “El Señor, antes de su pasión, dijo a
Pedro: «He pedido por ti, para que tu fe no se apague» (Lucas 22, 32). Y luego
le pidió que confirmase a sus hermanos en esa misma fe.
El Papa Francisco nos invita a vivir según la
convicción de la fe.
que hace grande y plena la vida, centrada en Cristo y en la fuerza de su gracia.
la Iglesia nunca presupone la fe como algo descontado, sino que sabe que este
don de Dios tiene que ser alimentado y robustecido para que siga guiando su
camino. (cfr. Encíclica, Lumen Fidei, numerales 5 y 6).
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